Transformar la polémica sobre la memoria, la historia y la verdad, convertida hoy en un nuevo campo de disputa ideológica y partidaria, en un escenario para la discusión, el debate y la construcción de una opinión pública favorable a la paz y la reconciliación, es el gran reto.
En Colombia la memoria histórica llegó en medio de la guerra. No lo hizo después de las dictaduras y de las confrontaciones armadas, como sucedió en otros países de América Latina o Europa, en donde los trabajos de memoria se han consolidado en las últimas dos décadas y, además, se han vuelto política pública.
La lista de motivos para el escepticismo y la desesperanza, es interminable y realmente aplastante. ¿Cómo no sucumbir ni permitir que el país y sobre todo, las conquistas democráticas y la paz, se nos escurra entre las manos? ¿Qué hacer ante esto?
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Lo que esperamos y requerimos como ciudadanía, ante el poder de los armados, es que el Estado nos proteja. En eso consiste un Estado Social de Derecho: en proveer a la ciudadanía la protección y la seguridad que ella, por sí sola, no puede darse.
Educar es una labor imposible sin el genuino interés, motor y emoción del aprendiz. No hay ni experiencia ni aprendizaje, si no se implica el corazón.
Las nominaciones a la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica, en remplazo de Gonzalo Sánchez, dan cuenta de que la memoria es, para un sector de la sociedad, un nuevo campo de batalla. Postular personas sin idoneidad académica, con ánimos revanchistas que desconozcan el valor de lo construido, es hoy una amenaza real.
Transcurridos veinte años de imaginar ese luminoso futuro, y dibujado tan radiante y promisorio paisaje, los datos disponibles muestran una gran distancia entre el sueño y la realidad.
Las familias, las organizaciones de la sociedad civil, los sectores políticos, la empresas, la sociedad en general estamos llamadas a rodear, acompañar y promover la defensa de la educación como un derecho fundamental a lo largo de la vida, desde la educación inicial hasta la educación superior, con recursos suficientes, con autonomía y libertad para seguir aportando a la construcción de un país en paz.