La Revista Desde la Región Nº 59. Diciembre de 2019
PERSONERÍA JURÍDICA 37252 ENERO 16/90
Gobernación de Antioquia
Equipo editorial edición Nº59
Directora Corporación Región
Marta Inés Villa Martínez
Presidenta
Marta Inés Villa Martínez
Directora Corporación Región
Secretaria
Elizabeth Aristizábal
Comunicadora Corporación Región
Rubén Fernández Andrade
Socio Corporación Región
Luz Amparo Sánchez
Socia Corporación Región
Juan Carlos Arenas Gómez
Docente investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
Corrección de textos
Liliam Rocío Jiménez Betancur
Diseño e implementación web
Luisa Fernanda Santa Escobar
Jhonatan Arroyave Jaramillo
(Escarabajo Web)
Fotografías
Archivo Corporación Región
Cortesía
Archivos personales de las y los autores.
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Ana María Jaramillo
Andrea Romero
Antonio Javier Jaramillo
Beatriz Restrepo
Bela Fieldman
Catalina Cruz
Cecilia López
Daniel Botero
Diana Sánchez
Esperanza González
Fernando Herrera
Francis Corrales
Francisco Cajiao
Gerard Martin
Isabel Sepúlveda
Jaime Saldarriaga
Jenny Giraldo García
Jharry Martínez
Juan Fernando Sierra
Juan Fernando Vélez
Karin Rodríguez
Liliana Rodríguez
Lorena Zárate
Marta Inés Villa
Mauricio Uribe
Olga Amparo Sánchez
Oscar Almario
Perla Toro
Pilar Riaño
Rubén Fernández
La Revista Desde La Región, que circula desde 1990, está destinada a la divulgación del pensamiento y las reflexiones de la Corporación, a la presentación de resultados de trabajos educativos, investigativos o comunicativos realizados por nuestro equipo de trabajo o por personas o grupos cercanos a nuestras formas de ver y comprender la sociedad.
Es también un instrumento para presentar avances del pensamiento social y político contemporáneo, producidos en otros lugares del mundo, que contribuyan a la ampliación del campo democrático.
Su publicación, en los últimos años, ha sido anual y, a partir del 2016, transitamos hacia el formato digital, con el propósito de convertir Desde la Región en una revista de acceso abierto que nos permita ampliar el alcance, potenciar el diálogo y compartir producción con alto rigor académico y periodístico.
Los principales destinatarios de Desde la Región son: líderes de opinión, nuestro equipo de trabajo, socios y socias, docentes, personas del mundo académico y político regional, líderes e integrantes de otras organizaciones sociales y estudiantes universitarios.
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Marta Inés Villa Martínez
Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Cultura de las Metrópolis de la Universidad Politécnica de Cataluña. Su experiencia académica e investigativa ha sido en campos como Las Migraciones, el desplazamiento forzado, violencia, políticas públicas y Memoria. Actualmente es directora de la Corporación Región.
Región nace con una vocación clara por combinar la reflexión y la acción. Desde finales de los años ochenta nos identificamos como una organización que quería aportar desde el lugar de la sociedad civil organizada, a la profundización de la democracia, la equidad y la paz, a través de la producción de conocimiento, la formación de ciudadanías y la incidencia pública.
La revista Desde La Región fue concebida como un espacio para promover esa reflexión, socializar los aprendizajes obtenidos en nuestro quehacer y presentar ideas relevantes construidas en otros contextos que interpelaran nuestro trabajo. Hoy, con ocasión de nuestros 30 años, queremos mantener esos propósitos echando una mirada al trasegar institucional desde sus preocupaciones y énfasis temáticos, su pensamiento y las ideas–fuerza que ha puesto en circulación en la ciudad.
La revista No. 59 ofrece relecturas diversas sobre esos temas en los que hemos puesto la energía durante estas tres décadas, y los retos que nos imponen los nuevos contextos globales a las organizaciones de la sociedad civil, en un período en el que vislumbramos incertidumbres, retrocesos y riesgos, pero también oportunidades para defender las conquistas de la democracia y los derechos humanos en toda su extensión. Los artículos estarán agrupados en 3 bloques: paz, democracia y ciudadanías, y retomarán las reflexiones que han sido centrales a lo largo de la historia de Región, así como los temas que han ido emergiendo con el tiempo. Cada tema tiene dos miradas: una, desde los profesionales vinculados a Región, y la otra desde pares nacionales o internacionales.
En el campo de la paz se tocarán temas como violencias, derechos humanos, memoria y desplazamiento forzado.
En el bloque de democracia, el lector encontrará artículos sobre pobreza, educación, participación, ética, comunicación y derecho a la ciudad.
Y, en ciudadanía, se agruparon reflexiones en torno al género, la subjetividad, la juventud, la gestión y sostenibilidad de las organizaciones sociales y la gestión del conocimiento.
Para el equipo de trabajo, los socios y socias que han hecho parte del proyecto Corporación Región en la ciudad de Medellín, ha sido francamente emocionante esta mirada atrás, pues allí hemos constatado una enorme riqueza de conocimientos, experiencias, innovación, pasión y vida.
Fieles a nuestro espíritu fundacional y misional, ponemos el resultado de este trabajo al servicio de la sociedad toda como un bien público, que esperamos resulte de utilidad para construir y aprender el pasado, discernir el presente y diseñar el futuro.
Comité Editorial Revista 30 años:
Marta Inés Villa (Presidente)
Elizabeth Aristizabal (Secretaria)
Rocío Jiménez
Amparo Sánchez
Juan Carlos Arenas
Rubén Fernández
Jharry Martínez
Sociólogo, estudiante de maestría en Ciencia Política. Ha acompañado procesos de Participación ciudadana, control social y paz territorial. Actualmente se desempeña como Coordinador del programa de Derechos Humanos y Paz de la Corporación Región.
Derechos humanos, una tarea inconclusa
“Cuando nuestras convicciones éticas sean coherentes con nuestras aspiraciones políticas, estaremos alcanzando la utopía que haga de los derechos humanos una vivencia plena en la vida social”.
Alberto Yepes (Palacio, 1993)
Este 2019 ha sido un año singular para la Corporación Región, tanto por cumplir 30 años de trabajo continuo, y por estar en un período decisivo de su futuro institucional, como por las reflexiones y aprendizajes que, en el marco de esta celebración, se han producido en los amenos encuentros de los viernes, denominados acertadamente “Diálogos Región”; para adentrarnos en lo que significa llegar a este momento, en medio en una sociedad cambiante y la posibilidad de identificar sus dinámicas en el quehacer de la Corporación.
En estos párrafos planteo algunas reflexiones y cambios que ha tenido Región, a lo largo de su historia, a partir del trabajo por los DDHH1. Se abordan cuatro asuntos centrales que coinciden con tres momentos específicos: 1) Defensores y defensoras de los DDHH en Colombia, una apuesta por la paz; 2) Entre la exigencia y el disfrute de los DDHH, un trabajo desde los territorios; 3) Repensar los DDHH una mirada desde la diversidad; y 4) Paz y Derechos Humanos. Finalmente se presentan algunas consideraciones alrededor de los retos para la Corporación y el quehacer de la defensa de los DDHH en Colombia.
La organización administrativa y política de Región ha vivido diferentes procesos ubicando el campo de los Derechos Humanos en espacios como: el área de democracia y participación ciudadana, el programa de convivencia y derechos humanos, la línea de investigación sobre Derechos Humanos y el actual programa de Derechos Humanos y paz; la Corporación se entiende como una organización que trabaja por los DDHH desde todas sus estrategias y líneas con énfasis en la exigibilidad, promoción y disfrute como un todo articulado, inherentes a la persona humana, universal, progresivo e inalienable.
1. Defensores y defensoras de los DDHH en Colombia, una apuesta por la paz
Para 1989, fecha de nacimiento de Región, en el contexto local sobre DDHH afrontábamos desafíos: la violencia urbana se manifestaba especialmente en la guerra entre el Estado y los carteles de la droga, entre el Cartel de Medellín y otros carteles y en la presencia de las milicias urbanas de las guerrillas en los barrios periféricos de la ciudad, como una amenaza constante a la vida. Fue la época de los carros bomba, la implantación de la cultura traqueta, la cooptación de jóvenes de barrios populares para el sicariato. También, se recrudeció la lucha guerrillera en sus frentes urbanos y la respuesta militar del Estado que en muchos casos, desconoció su obligación constitucional de defensa y garantía de los DDHH bajo la concepción del “enemigo interno”2, resultado, entre otros, de las enormes afectaciones sociales sufridas a los largo de los ochenta entre las que se cuentan: el “Estatuto de seguridad” del gobierno de Julio Cesar Turbay a inicios de la década, la toma y retoma del Palacio de Justicia en 1985 y la cruenta guerra contra los carteles de las drogas a finales de este periodo e inicios de los noventa. En este escenario la defensa de la vida y el trabajo por los DDHH, mediante la pedagogía tanto de los derechos como de las rutas de acceso a la protección de los mismos, se convirtió en el punto de partida de una ciudadanía inconforme, activada e impulsada por un escenario de cambio que logró algunas victorias como la elección popular de alcaldes y las movilizaciones por la constituyente.
Las organizaciones defensoras de los DDHH se establecieron como bastiones sociales, a partir de las acciones urgentes, la denuncia y la exigibilidad; el país experimento una enorme movilización ciudadana reclamando la modernización del Estado, la finalización del conflicto armado y la instauración de una nueva carta democrática que tuviera como base los Derechos Humanos, lo cual, se expresó en la Asamblea Constituyente y en los primeros resultados exitosos de las negociaciones de paz con algunos grupos guerrilleros.
En medio de este escenario, Región reflexiona y hace propuestas a partir de tres cuestiones fundamentales:
a) La dimensión ética de los DDHH
Era necesario incorporar la dimensión ética en la defensa de los DDHH para que, al lado de la jurídica y la política, se planteara la obligatoriedad, a la sociedad en su conjunto, de velar, defender y garantizarlos; así, los actores armados ilegales también deben responder por las violaciones de derechos, criterio que hasta ese momento se aplicaba exclusivamente al Estado como órgano garante y por ende único responsable. Max Yuri lo expresa en su balance del año 2000: “Los derechos humanos, esa pauta de conducta y de convivencia ciudadana, constituyen la esencia de un mínimum ético, como eje central de un proyecto ético para la humanidad, los derechos humanos se convierten en un criterio fundamental de la justicia y en el instrumento privilegiado para la paz” (p. 125).
Esta apuesta, motivo de largas discusiones, se convirtió en un marco de acción ratificado en múltiples análisis académicos, entre los que resaltamos a Boaventura de Sousa Santos cuando habla del lugar de los Derechos Humanos, de cara a la posmodernidad: “Sólo se confrontó el poder del Estado y sólo el derecho del Estado sufrió el impacto democratizador promovido desde los derechos humanos. Se olvidó que en la sociedad hay varios modos de producción del poder y del derecho, y que el Estado es apenas uno de ellos, aunque sea el más importante” (2001, p. 178).
En 1991 Región publica el libro “Ética para tiempos mejores” en donde propone una crítica a las nociones preponderantes sobre el conflicto interno y los Derechos Humanos, específicamente sobre la dimensión ética de la violencia y la crisis de la ciudad. Se cuestionan asuntos como la explicación de la violencia desde la pobreza, el colapso moral de la sociedad y la ética en lo público:
La mayoría de ustedes recuerdan cómo la mañana siguiente a la promulgación de la nueva carta magna, casi todos los periódicos nacionales titulaban así la noticia: "Amaneció un nuevo país", "se engendra una nueva Colombia", etc. Esta afirmación un poco triunfalista exige más de un interrogante: ¿Solamente la formulación jurídica de unos principios de organización de convivencia ciudadana, garantizarán que Colombia sea nueva? nosotros pensamos que no y estamos convencidos que sin una mentalidad nueva, sin una higiene moral, sin un soporte ético fuerte, la nueva constitución quedará como una formulación escrita más; como haciendo parte de la ya grande colección de palabras de papel que acumula nuestro país, nuestra sociedad. Este sería el sentido de lo que llamaríamos ética ciudadana: ser como una especie de puntal que garantice, que haga de soporte a esa nueva realidad político-institucional que debería surgir en el país como resultado de la nueva constitución. (Calderón, 1991, p. 9)
Así, la noción misma de los DDHH y del lugar de la Corporación, se diversificó hacia un abanico de “todos los colores” que produjo trabajo no solo con población víctima del conflicto armado, sino también, con maestras y maestros escolares, personas en la función pública, jóvenes, líderes comunales y mujeres.
b) El rechazo a la lucha armada y a toda expresión violenta
Sin importar los argumentos ideológicos y/o políticos y asumiendo que la confrontación armada desconoce en principio la dignidad humana y por ende los Derechos Humanos, Región rechaza todas las expresiones de violencia armada y declara además, que los diferentes actores del conflicto tienen responsabilidad en las violaciones a los DDHH. Deslegitimar la revolución por medio de las armas, se acompañó de declaraciones públicas, producto de profundas reflexiones internas, cuestionando estrategias como la combinación de todas las formas de lucha, argumentos como la existencia de “guerras justas” o la validación de la emancipación popular por medio de las armas en contra del Estado. En contraposición, se plantea la incorporación de las reformas requeridas a través del marco institucional y la conquista de derechos por vías legales, como la concientización, movilización y presión ciudadana. Se defendió sobre todo, la idea de que la lucha armada desvirtúa cualquier propósito democratizador pues la principal afectación la sufre la población civil en los territorios más pobres y excluidos.
¿Qué se requiere para que exista vida política, para que exista el espacio o la dimensión de lo público? Aquí es donde yo veo la gran relación entre Aristóteles y Habermas; para que exista vida política se requieren de dos cosas que llamaban los griegos la praxis y la lexis, es decir, la acción y el discurso, que no es otra cosa que la acción comunicativa de que nos habla Habermas. Si la política está definida por la acción y el discurso, la violencia y la guerra quedarían completamente al margen de la política, se entenderían como una ruptura de la política, como el fracaso de la política, es decir, frente a esta propuesta que tiene raíces griegas pero recogidas por la teoría crítica, la violencia y la guerra no serían acciones de carácter político como lo plantearía por ejemplo Clausewitz, que piensa la guerra como una "continuación de la política por otros medios", planteando una especie de "continuum" entre política y guerra; ni tampoco coincide con la tesis leninista que ve en la lucha armada la forma superior de lucha, o sea/ la culminación de la política. (Uribe, 1991, p. 18)
c) El fortalecimiento institucional
El trabajo en pro de los DDHH, su exigibilidad y promoción, evidenció la necesidad de fortalecer la institución, lo cual implicó accionar también, con el Estado. Este cambio de concepción en la garantía de los derechos significaría igualmente, una apertura en el trabajo cotidiano de las organizaciones no gubernamentales que entendieron que el Estado, obligado a garantizar el disfrute de derechos, en muchos casos es su principal vulnerador, solo podría cambiar a partir de la incidencia directa de la sociedad en la conformación de una arquitectura institucional y de una participación ciudadana que tuvieran como centro los Derechos Humanos. Esta avanzada conceptual y social más tarde se reconocería como la profundización de la democracia y el reto de la transformación, vía la acción comunitaria y ciudadana, en donde prima el disfrute de los derechos más que su sola declaración. Lo que está en juego es la creación de nuevos espacios políticos, la ampliación del espacio público, la creación de nuevas identidades y de sujetos colectivos con capacidad de profundizar la democracia en el propio proceso de lucha por su consolidación. En su heterogeneidad estos movimientos sociales testimonian la vitalidad de una concepción emergente de los derechos humanos a nivel mundial, una concepción menos resignada con la mera promulgación de los derechos y más atenta a las prácticas cotidianas en que se satisfacen. (Santos, 2001, pp. 183-184).
La coyuntura de finales de los años ochenta y los noventa, planteó enormes retos organizativos, políticos y metodológicos al quehacer de las organizaciones sociales. Las acciones pedagógicas de formación ciudadana para el proceso constituyente fueron el primer paso en lo que se constituiría, a lo largo de toda la década, en la construcción de una apuesta por el reconocimiento y disfrute de derechos, una mirada particular de los temas de ciudad y una exigencia, especialmente de los derechos de primera generación, a la vez que se formaba en derechos económicos, sociales y culturales.
Para la Corporación fue punto de partida para actuar en la promoción de los DDHH: en la escuela, con un proceso de formación de maestros sobre la importancia del reconocimiento de los derechos y su fomento temprano, es decir la construcción de una cultura ciudadana alrededor de los derechos; la producción y socialización constante de reflexiones sobre la importancia de la vida como derecho fundamental que se materializó en campañas como: “Enciende tu luz – elige la vida”; el álbum de derechos humanos “Viva la Vida”; y el acompañamiento en el proceso de negociación con las milicias populares ubicadas en los barrios periféricos de la ciudad.
Esta perspectiva de promoción en diferentes niveles, incluyendo ciudadanía victimizada, formación en el aula, acciones de ciudad y trabajo mancomunado con diferentes actores estatales, impactó en la sociedad y luego se fortaleció en espacios del orden nacional como la Consejería Presidencial para Medellín, aportando en lo cotidiano, lo común y lo barrial. El uso de los medios de comunicación se convirtió en una apuesta política y metodológica fundamental, así surgió el programa “Arriba mi Barrio” en el cual, Medellín se observó partir de sus diferencias, desde el barrio y en la promoción del goce de los DDHH.
Todo esto, se realizaba, en medio de una profunda persecución urbana a líderes y organizaciones, lo que obligó a denunciar, prevenir y buscar seguridad; esto fue posible con alianzas de hermanamiento entre organizaciones sociales y, a inicios del nuevo milenio, trabajando conjuntamente con la Coordinación Colombia, Europa, Estados Unidos.
2. Entre la exigencia y el disfrute de los DDHH, un trabajo desde los territorios
El nuevo milenio trajo preguntas por los alcances de lo logrado en Derechos Humanos. La principal conclusión fue el reconocimiento del potencial articulador y movilizador de la acción colectiva principalmente en dos sentidos:
- Derechos humanos como ideología: Los análisis neo marxistas examinan cómo el discurso de los derechos humanos funciona como una ideología que permite articularse a los movimientos sociales y dar legitimidad a sus demandas en un mundo dominado por la ideología liberal. Los estudios posmarxistas […] consideran que la ideología es una construcción social y la democracia es un elemento fundamental y no contrario a la identidad, por lo que dejan de ver la identidad de clase como única y reconocen la importancia de la diversidad identitaria. (Estévez, 2010, p. 138)
- Derechos humanos como acción colectiva transnacional: “En el continente se ha consolidado un “espacio jurídico internacional de derechos humanos de las redes de activistas involucradas en asuntos tan disímiles como las desapariciones forzadas, las causas de las mujeres, los indígenas y los “sin tierra” (Estévez, 2010, p. 140)
Con la idea del potencial movilizador de los DDHH, surge la crítica a su mirada jurídica, asunto que inicialmente se suscita desde la Corporación. Sobre esto, Boaventura de Sousa Santos plantearía:
“La concepción del derecho que sustenta los DDHH es universal, general y abstracta, y al igual que la arquitectura modernista, niega el contexto en que se inserta. Esta negación se traduce en una atención casi exclusiva al cuadro de la promulgación de los derechos y en la negación consiguiente del cuadro de aplicación. La negación del contexto, que fue transformada en conquista científica por la ciencia jurídica, posibilitó la creación de un conocimiento técnico hiper especializado sobre el derecho y dejó al ciudadano vulgar desarmado en su sentido común jurídico” (2001, p. 179).
Para Región, esta reflexión se materializó en una apuesta por el disfrute real de los derechos desde procesos de formación: “procuradores comunitarios y universitarios”; de sensibilización: campañas por el disfrute de derechos y los mecanismos de acceso; de inclusión: principalmente de la población desplazada asentada en barrios periféricos de la ciudad con la campaña “tenemos nuevos vecinos”; y de fortalecimiento institucional, mediante la creación y promoción de los centros de convivencia, un proceso de construcción de entornos comunitarios para la garantía de DDHH en centros de conciliación, casas de justicia, y trabajo con jueces y fiscales de la ciudad.
3. Repensar los DDHH una mirada desde la diversidad
Luego de los atentados sufridos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, se dieron importantes cambios en la realidad mundial y en el contexto colombiano donde, el discurso antiterrorista tomó la forma de guerra frontal contra los grupos guerrilleros y fortaleció la violencia paramilitar, recrudeciendo las prácticas violatorias de DDHH y del DIH, en medio de una enorme estigmatización de: la diferencia, desinstitucionalización y criminalización de la protesta, la oposición política y el control social. Esto propició, entre otros, un fenómeno de migración interna, como no se había vivido en el país con 7.816.0003 víctimas, siendo Antioquia el departamento con mayor población desplazada forzosamente y Medellín el principal destino.
Adicionalmente, la reflexión sobre la naturaleza de los DDHH a nivel mundial, atravesó una, aún inacabada, discusión sobre la necesidad de su particularización territorial y poblacional, repensándolos a partir del reconocimiento de la diversidad, asunto que las mujeres y otros movimientos sociales, ya venían advirtiendo:
“Si se revisan algunas de las declaraciones liberales de los derechos humanos, se aprecia que ellas tienen como punto de partida, el concepto de igual dignidad y autonomía de la persona. Dignidad y autonomía inviolables que se convierten en el fundamento de los derechos subsiguientes. En este sentido, la idea de persona que subyace al discurso universalista de los derechos humanos, hace referencia a la humanidad y no a la persona contextualizada, pues reconocer la igual dignidad en todos los seres humanos implica no tener en cuenta las diferencias cualitativas (raza, sexo y étnicas) en la distribución de derechos y titularidades” (López, 2001, p. 127).
A estos se sumó la preocupación por evidenciar vulneraciones específicamente contra las mujeres en asuntos como las violencias de género, la discriminación, exclusión y subvaloración social y cultural, esto permitió, además de un esfuerzo centrado en las violencias físicas y mentales, acciones en pro de la participación política de las mujeres y de la interpelación a las masculinidades hegemónicas.
También la dimensión social y cultural de los DDHH adquiere mayor importancia, lo que significó una apuesta por los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales – DESCA. Toma fuerza la discusión sobre las nuevas ciudadanías y los DDHH, se convierten en un marco referencial desde donde se replantea el concepto mismo de ciudadanía; surgen aportes como: ciudadanía laboral transnacional, flexible4, externa, cívica, posnacional, cosmopolita o global y post ciudadanía5, entre otros. “El auge de estas formas de vidas diferenciadas cuestiona la primacía que otorga la política liberal a los derechos y libertades negativas y, al mismo tiempo, pone en entredicho la neutralidad que el Estado liberal reclama respecto a los grupos y minorías etnoculturales” (López, 2001, p. 116).
Adicional a esto, la perspectiva del goce de los DDHH juega un papel fundamental teniendo en cuenta que el tránsito entre la exigibilidad de los derechos y el goce de los mismos, pasa por la “des idealización” de los conceptos y la pregunta por las condiciones materiales que permitan dar este salto.
“De este modo, los derechos humanos serían los resultados siempre provisionales de las luchas sociales por la dignidad. Entendiendo por dignidad, no el simple acceso a los bienes, sino que dicho acceso sea igualitario y no esté jerarquizado a priori por procesos de división del hacer que colocan a unos en ámbitos privilegiados a la hora de acceder a los bienes y a otros en situaciones de opresión y subordinación. Pero, ¡cuidado! Hablar de dignidad humana no implica hacerlo de un concepto ideal o abstracto. La dignidad es un fin material. Un objetivo que se concreta en dicho acceso igualitario y generalizado a los bienes que hacen que la vida sea “digna” de ser vivida” (Flores, 2008, p. 26).
4. Paz y Derechos Humanos
Actualmente, la perspectiva de los DDHH adquiere una posibilidad histórica en el marco de las negociaciones entre el Gobierno Nacional y las Farc–Ep: concretar un proceso al cual la Corporación, al igual que otras organizaciones sociales del país, le han apostado desde la firma misma de la Constitución Política. Esto, puso sobre la mesa la urgencia de emprender procesos formativos sobre el valor de la paz, la pedagogía de los acuerdos, la defensa del proceso y la campaña por su validación e implementación a partir del plebiscito. Se reactivaron las plataformas de DDHH en torno a la paz y se concentraron las iniciativas, en la búsqueda del espacio necesario para concretar este largo proceso en donde la finalización del conflicto armado, significa establecer un escenario favorable para el desarrollo de acciones por el goce de los derechos y un nuevo cambio de contexto hacia una esperanza de construcción de paz mediante el disfrute de los DDHH.
A pesar de que impulsar decididamente la más amplia implementación posible del acuerdo, no solo favorece la reintegración efectiva de excombatientes, sino que produce escenarios donde es posible el goce de derechos, especialmente en territorios del país donde apenas se empieza a vislumbrar esta posibilidad luego de años de exclusión, los hechos a partir del pos acuerdo de paz, ponen de nuevo en tensión asuntos básicos de los DDHH, el debilitamiento de la implementación del acuerdo, producto del resultado del plebiscito del 2 de octubre de 2016 y de la victoria presidencial en 2018 del principal partido político opositor al acuerdo de paz, ha significado tanto la desfinanciación del proceso como el favorecimiento a nuevos escenarios de vulneración de derechos entre los que resalta, la retoma de la política de seguridad democrática dentro de las fuerzas armadas con prácticas como bombardeos, (cerca de o con población civil), contra grupos armados ilegales, acciones de inteligencia contrainsurgente que se expresa en contra de civiles, y las ejecuciones extrajudiciales6.
Probablemente el principal reto en el devenir del trabajo por los DDHH tiene que ver con el lugar que ocupa en las discusiones y acciones de las diferentes organizaciones sociales. Como se ha plantado en esta reflexión, el surgimiento del tema en Colombia, estuvo ligado a un contexto en donde primó la exigencia y la denuncia ante la vulneración ejercida desde todos los actores del conflicto armado. Este escenario convirtió a los derechos humanos en un refugio desde el cual soñar con una sociedad distinta que tomara como base el respeto a la vida, la libertad y la integridad. En este sentido, la finalización del llamado cartel de Medellín, la desmovilización de algunos de los grupos paramilitares en el proceso de justicia y paz y el reciente proceso de paz con las ex Farc-ep dejan en el imaginario, la idea de que la guerra, al menos la peor, ha quedado atrás y con ella la violación sistemática y generalizada a los DDHH7. Esto, sumado a las diversas discusiones, tendencias y debates alrededor de los DDHH, ha hecho que en nuestras agendas institucionales y, sobre todo, en la apuesta internacional para el desarrollo en Colombia, expresada en asuntos sobre los que se ofrece financiación, el tema, al menos en su dimensión más urgente, haya perdido fuerza.
Finalmente, la implementación del acuerdo de paz ofrece nuevos retos en la interpretación y en las acciones por los DDHH, como la integración de los territorios más afectados por el conflicto, la ampliación del espectro de participación política y ciudadana, y favorecer la cultura ciudadana por la paz impulsada, entre otros, mediante el acceso a la verdad, la búsqueda de los desaparecidos y la judicialización de los responsables del conflicto armado, en el marco del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición – SIVJRNR.
Algunos retos a futuro
En un texto del año 2000, Max Yuri Gil identificaba algunos retos para el trabajo en DDHH en el nuevo siglo resaltando las desigualdades económica, política y social, el alto nivel de impunidad, el creciente escepticismo frente a las posibilidades de transformar la realidad, la articulación entre el trabajo local, nacional e internacional y la prevalencia de unos derechos sobre otros, tanto en la exigencia y disfrute como en la garantía. Sin embargo, hay dos preocupaciones que se han profundizado en estas décadas y por ende aún son enormes retos en el quehacer de los derechos humanos:
a. Las reivindicaciones identitarias de los DDHH
En varios de estos asuntos el saldo es claramente deficitario. Pensemos sino en lo que significan hechos recientes como los cuestionamientos a los Estados nacionales, tanto a manos de los movimientos transnacionales que reivindican identidades a partir de elementos comunes étnicos, religiosos, lingüísticos o ideológicos, que no necesariamente concuerdan con la lógica de los croquis fronterizos; pero también en el peso de las iniciativas transnacionales de justicia, o de los esfuerzos de integración regional que en no pocas ocasiones cuestionan y revalúan las soberanías nacionales (Gil, 2000, p. 113) Frente a lo cual cabe la pregunta por el lugar que da a los DDHH en Colombia tanto la comunidad internacional como el actual enfoque de desarrollo que, pareciera apostarle a la finalización de los conflictos armados, a toda costa, como una oportunidad para su consolidación más que como un escenario para la superación de las vulneraciones o la construcción de una sociedad menos inequitativa.
b. La polarización política y social
Especial atención merece el hecho de que el país vive una creciente polarización, alentada por los actores armados, quienes cada día reducen más el espacio para la expresión de organizaciones y sectores sociales contrarios a la guerra y partidarios de una salida negociada. (Gil, 2000, p. 128)
En la actualidad, la inequidad y la exclusión social siguen siendo el principal reto de nuestra sociedad, atravesada por profundas disputas entre las que sobresale la polarización política que ha llegado al punto de cuestionar las bondades que para Colombia puede tener finalizar un conflicto armado con más de 8 millones de víctimas; ante esto resuena la pregunta con la que comenzamos este siglo ¿Cómo seguir realizando nuestro trabajo, en medio de la creciente hostilidad que existe en el país? (Gil, 2000, p. 128)
Esto obedece además a la urgencia, que el contexto actual impone, de emprender acciones por la trasformación social para la paz, paso con el que la Corporación se ha comprometido y que requiere de una gran articulación de actores y de recursos, puesto que ante tantos años de guerra, urge pensarnos los cambios necesarios para afrontar con una mirada distinta, el reto de la construcción de paz; esa mirada solo es posible mediante el reconocimiento del otro y de lo otro, el compromiso con sus derechos, la profundización de una cultura democrática, en una palabra, la reconciliación.
Ahuamada, M. A. (2007). El enemigo interno en Colombia . Quito - Ecuador: Abya-Yala.
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Estévez, A. (2010). Los derechos humanos en la sociología política contemporánea. En A. Estévez, & D. Vázquez, Los derehos humanos en las ciencias sociales: una perspectiva multidisciplinaria (pág. 292). Mexico D.F.: FLACSO Mexico.
Flores, J. H. (2008). La reinvención de los Derechos Humanos. Andalucía España: Atrapasueños .
Gil, M. Y. (2000). Una agenda para el siglo XXI Los Derechos Humanos en Colombia . desde la Región, 113-129.
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Yepes, P. A. (1993). Vivir los Derechos Humanos. Desde la Región, 3 - 9.
Derechos humanos, paz, ética, territorios, construcción social, retos
1 Las referencias de este artículo son: conversaciones en entrevistas y espacios colectivos; una línea de tiempo del programa de DDHH y Paz; producciones de Región: “Una agenda para el siglo XXI, los derechos humanos en Colombia” de Max Yuri Gil; “Vivir los Derechos Humanos” de Alberto Yepes y “Ética para tiempos mejores” de varios autores por invitación de la Corporación; y otras producciones académicas.
2 “En las realidades Latinoamericanas el concepto del «enemigo interno» como construcción política surge primero como la identificación de un «enemigo común»: el Comunismo Internacional, que fue interpretado como una amenaza para la “seguridad colectiva de los Estados” bajo la influencia de los Estados Unidos. Posteriormente toma nuevos significados frente al auge de las revoluciones en vías socialistas, concretamente la revolución cubana y la expansión del pensamiento comunista en Centro y Sur América, a partir de lo cual se trasplantó “la doctrina de seguridad nacional” (Ahuamada, 2007)
3 Según informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados – ACNUR, consultado en este enlace.
4 Aquella que resalta el cúmulo de prácticas transnacionales que tienen migrantes de élite para acceder a diferentes tipos de ventajas que ofrece la globalización económica (Estévez, 2010, pág. 158)
5 Hace referencia a la ampliación de los artículos 13 y 14 de los DDHH como un derechos a migrar, lo que rebasa el anclaje nacionalista inherente al concepto de ciudadanía (Estévez, 2010, pág. 158)
6 Al cierre de este artículo, el país sufre una profunda crisis política y social producto del asesinato de por lo menos 8 menores de edad en un bombardeo de la fuerza pública contra un grupo residual de las Farc – Ep que continua en armas, adicional a varios asesinatos a excombatientes en proceso de reincorporación y población civil, que están en investigación.
7 Esto a pesar de la gran cantidad de vulneraciones a la vida e integridad de líderes y lideresas en todo el territorio nacional, solo en lo que va del 2019 han asesinado a 155, de los cuales 20 han sido en Antioquia, según cifras del Instituto para el Desarrollo y la Paz – INDEPAZ.
Oscar Almario García
Profesor Titular, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, director del Centro de Investigación e Innovación Social-CiiS. Historiador, Magister en Historia Andina, Doctor en antropología social y cultural por la Universidad de Sevilla, España, y Programa de Posdoctorado en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia y de la Asociación Colombiana de Historiadores.
La nueva teoría social en proyección, gira en torno al cuestionamiento de la paradigmática idea de sociedad que se construyó al hilo de la modernidad sólida, según la cual, la realidad social se comprendía como algo estable y homogéneo (o en proceso de serlo) y, por tanto, reducible a algún factor condicionante en última instancia, como el sistémico, el económico, el político o el cultural, lo que negaba el carácter complejo y contingente de lo social. En contrario, las tendencias renovadoras toman distancia de quienes sostienen que las condiciones históricas actúan como fuerzas inapelables para las sociedades y en su defecto explican que estas se encuentran inscritas en procesos civilizatorios y descivilizatorios cuyas singularidades corresponde desentrañar en cada caso concreto (Elías, 1997).
La doble crisis de la modernidad tardía y el giro ético-político del conocimiento social
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De acuerdo con reconocidos expertos, la situación global actual se puede definir por su doble crisis. La primera, es el agotamiento del modelo económico dominante que no solo jugó todas sus cartas al mercado, con desprecio de las sociedades sino que se revela como incapaz de incluir las expectativas sociales. La segunda, consiste en el debilitamiento del Estado nacional como principal institución de la modernidad con capacidades para mediar entre las diferencias sociales, representar los ideales colectivos y mitigar las consecuencias de la acumulación capitalista (Pérez Fernández del Castillo, León, & Ramirez, 2008) (Duhau & Giglia, 2016). Entre las principales consecuencias de esa situación sistémica y de transición están: la crisis social que se agudiza en distintos planos, y la del conocimiento social desestabilizado y en reformulación. En efecto, por una parte, la doble crisis ha descargado todo su peso sobre las poblaciones que se han visto obligadas a actuar en condiciones inéditas, buscando responder a la situación con una agenda amplia que va, desde la resistencia a los efectos del cambio climático y la degradación ambiental, hasta la inclusión social para detener el deterioro de la calidad de vida, pasando por la defensa de los derechos colectivos. Por otra, la reconfiguración socioeconómica, política y espacial de la modernidad tardía, ha impactado de múltiples maneras a las ciencias sociales y humanas que hasta ahora habían tenido la responsabilidad y la atribución de comprender y explicar la modernidad, su desarrollo y sus conflictos (Almario & Ruiz, 2006, 2008).
Este breve texto es una aproximación a las relaciones entre crisis social y crisis del conocimiento social, al tiempo que destacamos que en éste último, se experimenta un giro ético-político estimulado por lo acuciante de los problemas sociales y la urgencia de su transformación.
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Asistimos en la actualidad a importantes transformaciones de la ciencia en general y de las ciencias sociales y humanas en particular, lo que implica tener en cuenta los siguientes niveles de problemas (Passeron, 2011; Giménez, 2003, 2004; García, 2003): 1) Las crisis de los paradigmas que orientaron el desarrollo científico-tecnológico de los últimos 50 años y que dieron sustento al análisis social. 2) Los procesos de refundación, interdisciplinariedad y transdisciplinariedad vigentes en las ciencias, y los que están en curso en las ciencias sociales y humanas; y 3) La capacidad de orientar la comprensión, explicación e interpretación de estos procesos y enfatizar el dominio de los referentes sobre los que se construyen las nuevas ciencias sociales. Adicionalmente, es necesario insistir en que lo que ocurre en el pensamiento social en general y en su nivel teórico en particular, se inscribe en una encrucijada mucho más amplia y de tipo social que se compone de múltiples y complejos niveles: la crisis de época y global sobre el destino colectivo de la humanidad con todas sus implicaciones ético-políticas; la incertidumbre intelectual acerca de la validez y pertinencia del tipo de conocimiento generado durante la modernidad, especialmente acentuada por los desafíos posestructuralista y posmodernista, que a su vez deben ser criticados y superados; el doble movimiento en el que debe discurrir el pensamiento social contemporáneo, tanto de reafirmación de su proyecto científico como de cuestionamiento de sus fundamentos y procedimientos, con miras a su restructuración o reconstitución pero sobre otras bases. Este proyecto regenerativo de las ciencias sociales y humanas puede ser visto en un sentido como una nueva utopía, pero en otro como un campo de acción que intenta revalorar la teoría social y oponerse al desencanto, la rutina y el cinismo en la vida académica, política y social. En todo caso, el pensamiento social reformulado ya no podrá tener pretensiones de hegemonía epistémica universal sino que, por el contrario, debe aspirar a la restitución de la complejidad y diversidad de lo humano, a reconocer los conocimientos otros y de los Otros, a reafirmar el inevitable destino común de la especie y a derivar de ello todas las consecuencias posibles, tanto en relación con la vida social y política como en lo tocante a su conocimiento especializado.
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El nuevo panorama social en configuración, evidencia una contradicción entre el análisis social estructural (convencional) y la complejidad de la realidad de la que pretende seguir dando cuenta con sus anteriores paradigmas analíticos y estrategias de investigación, lo que por otra parte está conduciendo, desde las últimas décadas, a que las ciencias sociales se planteen su urgente renovación o restructuración al hilo de las circunstancias presentes (Wallerstein, 1998); (Marcus & Fischer, 2000); (UNESCO, 2010). Lo cierto es que la realidad social y su estructuración se han modificado drásticamente en las últimas décadas por la reconfiguración del espacio, las sociedades y sus instituciones a escala global (Sassen, 2019); (Giddens, 2003); (Touraine, 1997), lo que por otra parte representa presión sobre los paradigmas analíticos de la modernidad dura o clásica y el anuncio de modificaciones importantes, como ya lo indican la emergencia de las “nuevas sociología” (Corcuff, 2005) y los cambios metodológicos en experimentación (Dubet & Martuccelli, 2000).
La nueva teoría social en proyección, gira en torno al cuestionamiento de la paradigmática idea de sociedad que se construyó al hilo de la modernidad sólida, según la cual, la realidad social se comprendía como algo estable y homogeneo (o en proceso de serlo) y, por tanto, reducible en última instancia, a algún factor condicionante como el sistémico, el económico, el político o el cultural, lo que negaba el carácter complejo y contingente de lo social. Al contrario, las tendencias renovadoras toman distancia de quienes sostienen, que las condiciones históricas actuan como fuerzas inapelables para las sociedades y en su defecto, explican que estas se encuentran inscritas en procesos civilizatorios y descivilizatorios a cuyas singularidades corresponde desentrañar en cada caso concreto (Elias, 1997). En la misma clave, se busca trascender los rígidos conceptos de sistema y estructura que se sustentan en una representación unitaria y totalizante de la modernidad y el capitalismo, y en su lugar proponer la noción de modernidades múltiples, que reconoce las tensiones entre el mundo moderno, concebido en términos de una sociedad mundial única, y la persistencia de diferentes trayectorias, hacia la modernidad, que ocurren en los más diversos horizontes sociales y culturales (Taylor, 2006; Eisenstadt, 2013; Schriewer y Kaelble, comp., 2010).
La sociedad, por las mismas dinámicas de la globalización o mundialización, y por la modernidad misma, ya no se puede concebir como un progreso de la integración de una estructura social, una cultura nacional y una soberanía política eficaz, como pretendió hacerlo la sociología fundada hace un siglo, precisamente, porque es en todos esos campos “clasicos” que la sociedad ha dejado de actuar y ofrecer alternativas, razón por la cual, ahora, como sotiene Dubet (2013), los individuos, cada vez más movilizados, están encargados de hacer lo que la sociedad ya no hace por ellos. Justamente, en eso consiste el nuevo “trabajo de las sociedades”, en actuar en el escenario que han abandonado el Estado, los partidos y las demás instituciones de la modernidad industrial, y en retomar las agendas colectivas olvidadas por ella; por lo mismo, las sociedades no solo no han desaparecido sino que se han reconfigurado; mantienen sus estructuras de poder pero también, siguen siendo el marco de referencia de la crítica social y de los movimientos sociales.
En la medida que se modifican las concepciones sobre la estructura social y las transformaciones de la sociedad en la teoría social, se modifican también los niveles de comprensión del carácter de la acción social y su alcance transformador, en el sentido propuesto por ejemplo por A. Giddens (2003). En efecto, desde esa perspectiva, en lugar de concebir la estructura social como algo rígido y externo a los actores, y por tanto restrictiva de la acción social, se la entiende como “habilitante” de esta última, en virtud del uso de la noción de “dualidad de estructura”; con lo cual se avanza en la superación del dualismo clásico que separaba al individuo de la sociedad, por cuanto el individuo ya no es solo un sujeto dentro de la sociedad sino también, un agente de intereses, lo que valida la idea de la acción social, de tal manera, que la acción no es una exclusiva cualidad del individuo, sino que éste se encuentra cosido al tejido de toda la sociedad y su organización que también, está habilitada para la acción, con lo cual la acción social deviene así en un campo en el que confluyen distintos actores e intereses de la vida social (económico, social, político, cultural). En la acción e interacción social, los distintos actores deben, por una parte, desde su experiencia, tramitar, negociar y validar sus propósitos; pero por otra, también deben atreverse a diseñar expectativas de futuro, como por ejemplo la esperanza de vivir juntos, iguales pero diferentes (Touraine, 1997) y la promoción de nuevos pactos políticos y simbólicos, que pueden ser a escala mundial o nacional, pero sobre todo, a escala de la vida cotidiana, de las ciudades y de las regiones, sobre las cuales se ha descargado la doble crisis de la modernidad tardía. No es casualidad que en la actualidad esto se exprese en propuestas como: el nuevo derecho a la ciudad (Acher, 2012), la planeación estratégica de nuevo tipo para el desarrollo de ciudades y regiones (Borja & Castells, 1997), o el derecho a la ciudad y el gobierno urbano con base en una nueva ciudadanía, presentadas en cumbres internacionales, escenarios académicos y movimientos comunitarios.
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Las ciencias sociales y humanas pueden seguir jugando un rol crítico y aportar a la transformación de condiciones sociales como las expuestas, si se disponen a renovar sus enfoques y metodologías, y si además lo hacen de cara a la situación que experimentan los grupos y sujetos reales. Lo cierto es que la labor siempre exigente de estas disciplinas, en la actualidad, les plantea no solo un desafío conceptual y metodológico sino también, un desafío ético-político. La cuestión a resolver consiste en cómo lograr un adecuado equilibrio entre ambas acciones y orientaciones, es decir, entre la comprensión analítica de la realidad y su posible impacto transformador. Como es sabido, esta ha sido una recurrente tensión en la modernidad, que discurre entre analíticas y proyectos sociales: aparece en Marx como la disyuntiva de si interpretar la realidad o transformarla; la expone Weber como la diferencia entre el político y el científico, y Gramsci como la opción del intelectual orgánico. Más allá de esos conocidos ejemplos, se cuenta con la que posiblemente sea, si no la mejor, al menos la más pragmática de todas, la de N. Elias (1990), que se sintetiza como “compromiso y distanciamiento”, una suerte de fórmula para enfrentar la cuestión, es decir, reconocimiento de los problemas sociales, pero diseños metodológicos consistentes para poder estudiarlos con seriedad.
En mi opinión, más allá de los asuntos epistemológicos y metodológicos en cuestión, lo que se está dando en la actualidad es una suerte de desplazamiento en el eje reflexivo convencional de las ciencias sociales, que va del análisis sin más a sus implicaciones ético-políticas, en el sentido que algunos analistas sociales y filósofos morales le dan a este tipo de reflexiones y perspectivas, en razón del interés público en juego. De esta manera es como valoramos perspectivas como las de M. Burawoy desde la sociología pública, de P. Corcuff desde la teoría política y la de M. Sandel desde la filosofía moral. En efecto, Burawoy (2005), en sus once tesis sobre la sociología pública, se cuestiona por “la creciente separación entre el ethos sociológico y el mundo que estudiamos”, deduce que el desafío para la sociología pública “son las diferentes formas en las que comprometerse con sus públicos”, destaca por ello “el interés particular de la sociología en la defensa de la sociedad civil afectada por la acción de los mercados y Estados”, y finalmente sostiene que todo esto hace de la teoría social “algo tan especial no como ciencia sino como fuerza moral y política” (p. 200). Por su parte, Phillippe Corcuff (2008) propone explícitamente la vía de la socialdemocracia libertaria como una nueva política de emancipación para el siglo XXI desde la cual, se despliega una crítica social pluralista que permite ilustrar una diversidad de modos de dominación autónomos y en interacción, que a su vez, son condición de posibilidad para la construcción de un espacio público en el que se ajustarían las tensiones entre una pluralidad de identidades, de poderes e intereses (pp.168-170). Michael Sandel (2008), teniendo como referencia las crisis del individualismo extremo en particular y de la democracia norteamericana en general, sostiene que en la base de ellas se encuentran los dilemas morales y cívicos de la vida pública estadounidense. Sandel sustenta que la cuestión de los “valores morales” de esa sociedad ha sido manipulada por las corrientes más regresivas en detrimento de los más profundos sentidos de su tradición política, razón por la cual invoca la necesidad de darle un mayor sentido moral a la vida política colectiva y de fortalecer “una política que ponga un mayor énfasis en la ciudadanía, la comunidad y la virtud cívica, y en la que se lidie más abiertamente con cuestiones relacionadas con la vida buena” (p.18). Estos breves pero sintomáticos ejemplos, ilustran el desplazamiento ético-político en el análisis social, que de fondo se puede explicar por la necesidad de darle un tratamiento de urgencia (en el sentido de W. Benjamin) a muchas situaciones y acuciantes problemáticas sociales, en los que están implicados de manera crítica el sufrimiento, la vida y la dignidad humana, y los cuales exigen de las disciplinas sociales o de la filosofía moral, precisamente, compromiso y distanciamiento, para estudiarlos y transformarlos.
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Para concluir, en un trabajo colectivo inspirado en la obra de Stuart Hall se sintetiza de esta manera el reto actual de las disciplinas sociales: “[…] asumir que el mundo es complicado, complejo y contingente no sólo como un precepto teórico sino también, como una forma de asumir el trabajo y la labor intelectual” (Restrepo, coord. 2014, 19). Mientras que, por su parte, S. Stavrides destaca el enfoque de Iveson que defiende: “una política crítica de la diferencia´ que abogue por los ´grupos oprimidos que pujan porque se incluyan en el espacio público sus valores y necesidades´ (Iveson, 2000:234), que es algo más que equiparar las diferencias. Supone abonar el terreno para la negociación y la comunicación a la par que se protege a los más vulnerables del imperialismo cultural” (Stavrides, 2016, 133). En esta nueva aventura del conocimiento, se abre para las ciencias sociales y humanas un camino hasta ahora inexplorado y desconocido, porque ya no se trata de conocer a los Otros sino de conocer con los Otros, de incorporar los saberes otros, sus diversidades, experiencias y expectativas. En resumen, reconocimiento de la complejidad y la contingencia en la realidad social, enfoque pluralista en el análisis y metodologías diversas en la investigación, así como compromiso ético-político con los públicos e interacción con los Otros, son algunas de las perspectivas que se ofrecen para la renovación crítica de las ciencias sociales.
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Modernidad, ética, política, conocimiento social.
1 Profesor Titular, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, director del Centro de Investigación e Innovación Social-CiiS. Historiador, Magister en Historia Andina, Doctor en antropología social y cultural por la Universidad de Sevilla, España, y Programa de Posdoctorado en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia y de la Asociación Colombiana de Historiadores.
Beatriz Restrepo Gallego
Filósofa y escritora antioqueña. Dedicó gran parte de su vida a la docencia en la Universidad de Antioquia, donde también desempeñó importantes cargos administrativos. Sus profundas reflexiones sobre la educación, la ética y la política son ahora un legado intelectual necesario y oportuno para el presente del país.
La rendición pública de cuentas es un ejercicio que permite mostrar la fortaleza, seguridad y solidez de una organización, en tanto se es capaz de mostrar los logros económicos, el manejo pulcro de los recursos y la eficacia y eficiencia en el cumplimiento de metas y objetivos; sin embargo, la autora, propone detenerse en la dimensión ético-moral que subyace en los ejercicios de rendición de cuentas de las organizaciones sociales.
La rendición de cuentas
Una aproximación desde la ética
Medellín, marzo 14 de 2008
Agradezco a la Federación Antioqueña de Organizaciones no Gubernamentales, la invitación que me ha hecho a estar hoy, en su jornada anual de reflexión, para presentarles algunas ideas en torno al carácter ético del ejercicio de la rendición de cuentas, lo cual haré en tres momentos. En el primero, presentaré algunos elementos que me permiten fundamentar la validez de esta tarea, desde la perspectiva del talante ético-moral de las mismas ONG; en el segundo, me detendré en algunos conceptos éticos estrechamente ligados tanto a la definición de ONG dada por la Federación, como a la justificación que la misma Federación ha hecho de este ejercicio; y en el tercero, concluiré aclarando algunos conceptos dentro del marco de los principales temas de la ética contemporánea.
Primera parte
Esta práctica de la rendición de cuentas que ya es corriente entre las ONG, desde hace unos años, puede y debe entenderse más allá de sus dimensiones política, administrativa y de imagen. En efecto, se mira la rendición pública de cuentas como un ejercicio que permite mostrar la fortaleza, seguridad y solidez de una organización; que muestra sus logros económicos, el manejo pulcro de sus recursos y su eficacia y eficiencia en el cumplimiento de metas y objetivos; y, finalmente, que contribuye a crear una imagen favorable de transparencia y confianza frente sus públicos y la sociedad.
Todo esto es cierto y en ello radica la popularidad que la rendición de cuentas ha venido gozando tanto en el sector estatal como en los productivo y social. En la mañana de hoy quisiera invitarlos a arrojar una mirada desde lo ético-moral a la rendición de cuentas, dimensión que si bien no siempre acompaña este ejercicio público en los sectores del gobierno y la empresa privada, sí creo que sea concomitante al que ustedes, las organizaciones no gubernamentales federadas, han venido adelantando y que de ninguna manera puede entenderse como una mera concesión a una práctica impuesta por la moda, o a exigencias políticas, administrativas o de imagen corporativa que derivan en réditos económicos, sociales o de poder. Esta dimensión ético-moral subyace a los ejercicios de rendición de cuentas en los que ustedes se han embarcado de manera pionera en el país -para este tipo de organizaciones- de una manera no siempre consciente: por eso tiene que ser desentrañada; y cuando se es consciente de esta dimensión, su explicitación es con frecuencia tímida y secundaria. Mi invitación es, entonces, en la mañana de hoy, a que todas ustedes ONG federadas de Antioquia, tomen conciencia del carácter ético-moral inherente al ejercicio de la rendición de cuentas y lo expresen con claridad y fuerza. Pero para ello, es preciso reflexionar sobre esta dimensión de lo ético-moral de tal manera que su papel en este ejercicio resulte bien fundamentado y claro.
Mi punto de partida es la convicción que he venido construyendo -a lo largo de varios años de cercanía y conocimiento de la Federación y sus ONG asociadas del talante ético-moral que las anima y, por tanto, de la presencia permanente de este sustrato que permea su modo de ser y de actuar. Nuevamente menciono que si bien la conciencia del carácter moral, existe, no es tan claro el carácter ético en ellas, en el sentido del esfuerzo permanente por hacer claridad, criticar y fundamentar aquel carácter moral y las prácticas en que se traduce. A fortalecer esta dimensión ética se dirigen actividades como ésta. El talante moral de las ONG se descubre en su voluntad indeclinable de actuar siempre por criterios morales, imperativo categórico –como lo llamó Kant— al entenderlo como norma absoluta. Una organización moral es aquella que actúa siempre, repito, por criterios morales; cuáles sean éstos, lo mencionaremos más adelante.
De momento basta con decir que todas las organizaciones –según sus objetivos y naturaleza— actúan con criterios educativos, económicos, políticos, sociales, según ciclo de vida, morales también, criterios que les permiten alcanzar como organizaciones eficientes, sus metas y fines. Pero como organizaciones morales, los criterios que priman, frente a los cuales no se transige, son los morales, particularmente cuando hay conflicto de intereses. Frente a una situación económica angustiosa, qué criterio adoptar ¿el economicista de despedir, reducir o desmejorar, o el moral de no causar daño, aunque ello suponga sacrificios individuales o grupales? Frente a una exigencia de patrocinadores, sean éstos de carácter estatal o privado, que afecta poblaciones vulnerables, qué criterio adoptar ¿el político que supone discriminar o excluir, o el moral que exige un tratamiento justo y equitativo? El carácter moral de una organización determina que sus opciones obedezcan siempre a criterios morales y los conflictos que con mayor o menor gravedad están presentes en la vida cotidiana de las organizaciones, pueden servir para fortalecer este carácter moral o, por el contrario, para debilitarlo y mermarlo cuando son los criterios técnicos o políticos los que priman desatendiendo o quebrantando criterios morales. Por supuesto que esta rápida ejemplificación resulta caricaturesca en su simplificación; sólo busca aproximarlos a esta definición perogrullesca: una organización moral es aquella que siempre –y con mayor decisión en situaciones de conflicto— actúa con criterios morales.
El talante moral de las organizaciones se rastrea también en el tipo de fines, valores y normas que fundamentan su práctica y en el grado de presencia que en ellos hace –sustancial o accesoria— la dimensión moral. Igualmente, en el grado de cumplimiento e incorporación de aquéllos –formal o convencido, permanente o coyuntural— en las prácticas cotidianas. Y, por último, en los niveles de autorregulación alcanzados por sus miembros o, por el contrario, en la presencia permanente de mecanismos de control, coacción y sanción como recurso para lograr prácticas y conductas saludables para la organización. Estoy convencida de que estas características y criterios resultan favorables en la revisión de las prácticas de las ONG federadas, ratificándome así en su talante moral y en la moralidad de sus opciones.
Su carácter ético, lo rastreo en otros escenarios y ejercicios más de carácter intelectual. Primeramente, en la disponibilidad de las ONG para estar confrontando y evaluando el grado de congruencia entre su moral vivida (los comportamientos mencionados antes) y su moral proclamada (en los estatutos, en la misión y en la visión, en su código de ética si lo tuviera) siguiendo a Aranguren. En segundo lugar, en la capacidad e interés de las organizaciones para reflexionar sobre los aspectos morales de su quehacer, sobre los conflictos morales siempre presentes; para criticar la validez de sus decisiones y prácticas morales y para fundamentarlas, justificando su sentido. Por último, en los espacios de formación ético-moral, como parte integrante de las actividades de cualificación del recurso humano y de fortalecimiento institucional. La presencia permanente de los anteriores factores en el quehacer de las ONG y la existencia de eventos como el de hoy, que la Federación viene ofreciendo de manera regular, me ratifican en mi convicción de la presencia de una dimensión ética en el mundo de las ONG y me aseguran que hacer una aproximación desde la ética al ejercicio de la rendición de cuentas es, no sólo posible, sino también pertinente para ustedes.
Y para redundar aún más en las consideraciones anteriores, quiero terminar la primera parte de mi presentación mostrando como este talante ético-moral se manifiesta, aún en una definición tan aséptica y poco moralizante (en apariencia), como la que presenta la Federación misma, al decir:
"Las ONG son entidades sin ánimo de lucro con objetivos claros de beneficio social y comunitario, llamadas a cumplir una acción de fundamental importancia: ayudar a construir una sociedad pluralista y sostenible, con recursos y proyectos que demuestren su apertura, transparencia, integridad y autorregulación; reconociendo el valor de la diversidad y la necesidad de evitar duplicidades innecesarias de esfuerzos en el uso de los recursos"
(Subrayado mío)
Se empieza afirmando que se trata de organizaciones que no buscan lucro (= ganancia o provecho, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua española), entendido éste en términos económicos, sociales o políticos (es decir riqueza en dinero, prestigio o poder), sino prestar servicios (motivación moral) de beneficio social y comunitario. El término comunitario tiene también una connotación moral, pues al decir de Max Weber, las comunidades se diferencian de otros grupos sociales, en que se nuclean alrededor de fines u objetivos de carácter moral. Por último, subrayo cinco términos que si bien en su uso léxico pueden no tener connotaciones distintas a las cotidianas, en el uso filosófico están cargadas de sentido ético: pluralismo, que supone reconocimiento a la diversidad con base en la igual dignidad de los hombres; apertura, que como paso inicial hacia el otro, da origen a la intersubjetividad; transparencia, como manifestación de la verdad y rechazo al engaño; integridad, como coherencia entre el pensar, el decir y el hacer; autorregulación, como manifestación de la autonomía propia del sujeto moral.
Queda así claro para mí –y espero que también para ustedes— el carácter ético-moral de las ONG federadas y, por ende, su capacidad para entender en esta clave su práctica institucional de realizar ante la sociedad una rendición de cuentas de su trabajo anual.
Segunda parte
Paso ahora, dentro del marco de la definición de ONG ofrecida por la Federación y que ya se citó y del asunto que nos ocupa, la rendición de cuentas, a referirme a algunos conceptos que si bien en su uso léxico son de uso común, la filosofía moral o ética ha dotado de un significado específico que sirve a nuestros intereses de fundamentar éticamente el ejercicio de rendir cuentas que las ONG han asumido como parte integral de su quehacer.
2.1 Retomo para empezar, una idea enunciada en la definición que se citó en el parágrafo anterior: “… ayudar a construir una sociedad…”, como tarea propia de estas organizaciones. La trascendencia de esta afirmación no debe ser pasada por alto, pues entenderla en su profundo significado, marcará ya una ruta y unos compromisos ineludibles a su quehacer. Para construir sociedad se requieren dos tipos de recursos: recursos de inversión y recursos de autoridad, según A. Giddens; los primeros de refieren a todos aquellos transferidos por entidades externas a la sociedad: estado, empresas, organizaciones particulares o multinacionales y otros; los segundos se refieren a aquellos propios de la comunidad y que son, principalmente, su identidad y autovaloración, su capacidad para generar acuerdos, asociarse e interactuar, el sistema de valores compartidos y otros. Ambos son necesarios para la construcción y fortalecimiento de una sociedad, pero de ellos, los verdaderamente determinantes y esenciales, son los segundos. Es claro que para organizaciones como las de ustedes, uno de cuyos objetivos es ayudar a construir sociedad, este es un importante llamado que evitará poner el acento donde no es y privilegiar recursos que no son los determinantes del proceso. En este orden de ideas, se trata de fortalecer el capital social en todos sus componentes y fomentar escenarios que posibiliten la convivencia y la interacción para que aquél se desarrolle y despliegue en todo su potencial.
Tres son los factores que coadyuvan a la construcción de sociedad y que tendrían que ser esclarecidos y estimulados por ustedes en este proceso: la comunicación, el trabajo y la interacción en sus diversas modalidades. Brevemente presento algunas reflexiones en torno a ellos, que han devenido centrales en la teoría ética contemporánea y que espero los provean no sólo de elementos para una mejor comprensión de los mismos, sino para actuar en consecuencia. La lingüística, que como ustedes saben tuvo grandes desarrollos en el s. XX, está a la base de la importancia que la comunicación ha recibido en la reflexión ética dentro de la cual se ha constituido en un verdadero paradigma, gracias a las teorías de la ética de la argumentación de K-O. Apel y J. Habermas. En este marco, la comunicación se entiende como la más alta expresión del lenguaje, pero para ello requiere del lleno de unas condiciones que garanticen la validez de estos procesos comunicacionales; estas condiciones son cuatro: condiciones de objetividad, es decir, de acuerdo con la realidad que den por resultado la verdad de todo proceso comunicacional genuino; condiciones de subjetividad, de acuerdo entre el pensamiento y la palabra del hablante, de tal manera que se asegure la veracidad del discurso; condiciones de intersubjetividad que consideren al interlocutor como alguien que aporta valor al proceso comunicacional y que aseguren actitudes de respeto entre los interlocutores; condiciones de inteligibilidad derivadas de un manejo correcto del discurso de suerte que se logre la comprensión plena de lo comunicado. Mantener estas condiciones a la vista, permite evitar usos perversos de la comunicación como son la mentira, la falsedad y el engaño, la manipulación y la propaganda, la jerga excluyente de lenguajes seudocientíficos corrientes en ciertas profesiones. La comunicación, que es un factor determinante en la construcción de sociedad, lo es también en la construcción de organizaciones, cuyo carácter de pequeñas sociedades o comunidades no puede ser desconocido; por eso los procesos comunicacionales y las condiciones que los dotan de validez deben ser respetados también al interior de éstas, entre sus miembros, como mecanismo de fortalecimiento y sostenibilidad de las mismas.
El segundo factor mencionado es el trabajo, cuya importancia no solo económica, sino filosófica, ha venido creciendo –en los ámbitos de la filosofía política y la ética—desde mediados del siglo pasado. Según definición que presenta el PLANEA, conviene señalar, para lo que hoy nos interesa, que el trabajo se entiende como una actividad (que produce resultados, por tanto), que transforma la realidad (de manera tangible o intangible), dignifica a su agente (le agrega valor), genera ingresos (que permiten condiciones mínimas de calidad de vida), es sostenible (tiene continuidad) y está formalizada (regulada). Esta definición plantea severos cuestionamientos a la comprensión del trabajo corriente hoy y, más aún, a su ejercicio efectivo y a la normatividad laboral que lo rige. Las características enunciadas (que solo tienen un interés informativo, pues existen muchísimas aproximaciones filosóficas al concepto), busca llamar su atención sobre errores de apreciación que llevan a denominar como trabajo acciones puntuales, sin ningún significado social, que son indignas para el ser humano, no generan mínimos ingresos y se mantienen dentro de la precariedad y la incertidumbre. Tarea de quienes quieren construir sociedad es comprometerse con la cualificación del trabajo como práctica social y luchar por la expansión de las posibilidades de acceso a él en condiciones verdaderamente humanas.
El tercer factor es la interacción, que se refiere a la necesidad de actuación acordada y orientada a fines comunes con el fin de construir sociedad. La interacción no sólo tiene que ser fomentada y promovida: tiene que ser enseñada y adquirida mediante práctica permanente. Por eso hoy se da tanta importancia a la formación de capital social, cuya expresión más contundente es su capacidad de interacción como resultado de acuerdos logrados mediante argumentación y negociación: si la interacción se da en el plano social, se llama colaboración; si en el plano político, participación; si en el plano moral, solidaridad. Y a este respecto quiero mencionar, brevemente, dos asuntos que he expuesto más ampliamente en otro lugar (cfr. Cátedra Héctor Abad Gómez); el primero, la diferencia entre consenso y acuerdo: aquél es punto de partida, simplemente aceptado y éste es punto de llegada, alcanzado mediante la argumentación y la negociación y que, además, denota aprobación, siguiendo a Sartori. La interacción no proviene de los consensos que, la mayoría de las veces, son puntos de partida teóricos, sino de los acuerdos, que son realmente difíciles pero a la vez más fuertes y eficaces pues se traducen siempre en interacciones; así, es de esperar que entre todos los que estamos aquí hoy, haya consenso sobre el carácter social de estas organizaciones, también llamadas Organizaciones del sector social, pero sobre qué entender por sociedad, cómo trabajar por ella, en qué condiciones, con quiénes, se requieren acuerdos logrados luego de mucha discusión, concertación y no pocas concesiones, en lo cual radica la dificultad que pone a prueba nuestra capacidad social para argumentar y alcanzar acuerdos. El segundo asunto al que aludí, es el de la diferencia entre convivencia e interacción, tema que al igual que el anterior, forma parte de nuestros discursos cotidianos, todavía sin mucha precisión. En efecto, la convivencia es un tema central en la formación política y ciudadana al uso en nuestro medio, pero corre el peligro de ser absolutizada, cuando ya desde Aristóteles se había definido que la convivencia no es tema de la vida política, puesto que a ésta lo que le concierne es la interacción, las acciones buenas cumplidas entre los ciudadanos. La convivencia es el sustrato de la vida social, su condición incluso, asegura la aceptación del otro y la actitud tolerante frente a las diferencias pero nada dice frente a la necesidad de interactuar de manera acordada en pos de la realización de fines comunes. Ninguna organización (las ONG, por ejemplo), ni ninguna sociedad, se han construido con base en la sola tolerancia, ésta se requiere como punto de partida, pero tiene que ser superada y complementada por la interacción tanto social, como política y moral. Por ello, la interacción debe ser considerada por las ONG no sólo como guía de su accionar frente a las comunidades, sino también de sus prácticas internas entre sus propios miembros.
2.2 Señalé al iniciar la segunda parte, que mantendría como referente del análisis filosófico de algunos conceptos, por una parte, la definición de ONG propuesta por la Federación, cosa que se hizo en el numeral anterior alrededor del concepto “construcción de sociedad” y, por otra, la justificación dada por la Federación al ejercicio de la rendición de cuentas del 22 de junio del año anterior, la cual servirá en este segundo momento como marco para el análisis de otros conceptos relevantes. Decía la Federación en esa ocasión: ¿Por qué rendir cuentas? Y la respuesta fue: por responsabilidad, por transparencia, por el rol social y público que cumplen las ONG y para construir confianza. Cada uno de estos conceptos –marcados por un sentido epocal fuerte— tiene un sentido aún mayor en la tradición filosófica de la reflexión sobre lo moral. El término responsabilidad que ha dado pié a uno de las grandes paradigmas éticos de la época moderna; la transparencia que se ha convertido en la primera herramienta moral frente a la corrupción, problema central de la ética política hoy; la autoridad que se recibe como reconocimiento de roles sociales y públicos bien desempeñados; la confianza, virtud social por excelencia, fundamento de otras importantes virtudes como la confianza, la fidelidad, la amistad ( en el sentido Aristotélico), acompañantes del capital social.
Me referiré brevemente a la responsabilidad –primera respuesta que la Federación nos ofrece— y que como se señaló antes, se ha convertido en un importante paradigma de la ética, cuyos antecedentes habría que buscar en Kant (s. XVIII) y su teoría de la buena voluntad, según la cual, es buena toda acción que obedece a una voluntad guiada por el sólo interés de cumplir el deber moral. Cuáles sean los resultados derivados de esa acción, no es objeto de responsabilidad o de valoración moral, pues ellos pueden escapar a la voluntad del agente (dar limosna para aliviar la necesidad de alguien que le da un uso indeseado o inmoral). A partir de aquí y por una interpretación un tanto extrapolada, se concluyó que en la acción moral sólo interesa la voluntad guiada por el deber y que los resultados de la acción no son asunto de la responsabilidad del agente dentro del marco del llamado formalismo kantiano, interesado solo en la forma del acto moral y su adecuación a la norma o deber. Fue Max Weber, el gran sociólogo alemán, quien en el siglo pasado polemizó abiertamente contra Kant, y entró a exigir responsabilidad sobre los resultados de cualquier acto moral, bajo el enunciado de una ética material (de contenidos) o ética de los resultados, enfrentada a una ética formal o de las intenciones.
Ciertamente la postura de Weber es correcta: los actores morales son, sin duda, responsables no solo de las consecuencias de sus decisiones y acciones sino de que las mismas generen los mejores resultados; y una consideración ponderada de éstos, forma parte de la evaluación previa a la toma de cualquier decisión moral. Por mucho tiempo este paradigma fue aceptado sin discusión, hasta que el filósofo norteamericano R. Dworkin propuso su célebre paradigma del desafío que ha enriquecido, desde una perspectiva importante y poco explorada, el panorama del pensamiento ético contemporáneo. Brevemente, este es el hilo del razonamiento, que cuestiona, más que la responsabilidad del actor moral, el impacto de las decisiones morales como criterio de justificación moral: hay decisiones morales que tienen que ser tomadas, no importa que su impacto sea reducido en términos numéricos, si sus resultados son significativos en términos del valor moral absoluto de lo que está en juego y de la conciencia moral del agente. Este paradigma es importante ante situaciones de corrupción: no importa que el monto sea pequeño y pueda pasar inadvertido, el valor absoluto del respeto por los dineros públicos tiene que ser respetado; ante situaciones sociales de extrema injusticia: no importa que el impacto de mi acción frente al indigente esté reducida a un número pequeño de la población, ofende a mi sentido moral de la dignidad humana las condiciones de vida de esta población y obro en consecuencia. En este sentido, podría incluso hablarse de una responsabilidad moral cuyo peso no radica en los resultados mismos, sino en la naturaleza absoluta de los valores morales y en la sensibilidad de la conciencia moral del agente.
Para las organizaciones sociales que trabajan con los sectores más vulnerados y marginados de la población, el tema de la responsabilidad moral de su quehacer, en cuanto a resultados, resulta fundamental. Pero más aún lo es el paradigma del desafío que estimula e impulsa a actuar en el reconocimiento del valor moral conculcado e inconmensurable de muchas situaciones humanas y en la grandeza de la conciencia moral movida en su fibra más íntima no por la importancia sino por la cualidad de los hechos.
Tercera parte
En un mundo globalizado, la ética no ha escapado a la presión de la universalización de sus asuntos propios. Ciertamente, los problemas o asuntos morales han alcanzado dimensiones planetarias o mundiales que hacen más urgente (y difícil) su abordaje y que exigen ubicar nuestros asuntos también en ese contexto global. Sin embargo, por más amplio que sea el horizonte, ello no puede hacernos olvidar las particularidades y concreción de nuestra situación. Más precisamente, el carácter social de las ONG y de los escenarios en los que se despliega su quehacer, no puede apartarnos de aquello que nos recordó en el 2006, Bernardo Klisksberg en su intervención: el rostro humano de los asuntos sociales. Cada número en una estadística, cada carné en un servicio, cada nombre en un listado, tienen un rostro y tras él, una biografía individual, un mundo propio en el que cada quien se encierra cuando los entornos son hostiles y desconocidos. Aunque las organizaciones no gubernamentales u organizaciones del sector social, sean organizaciones cuyo propósito fundamental es crear valor social –siguiendo a la Fundación AVINA–, detrás de este término social está el ser humano que es, en última instancia el destinatario de todos los desvelos y esfuerzos de ustedes. Y si entendemos que crear valor es dar respuesta a necesidades insatisfechas, entonces sí que es cierto que en este contexto aparece el ser humano indigente, con toda la fuerza de sus carencias. Porque el ser humano exhibe muchas necesidades, y es eso lo que no se puede olvidar: como ser vivo, su necesidad de arraigo y pertenencia a un territorio; como ser humano, su necesidad de reconocimiento a su dignidad primigenia; como actor social, su necesidad de ser acogido y de establecer relaciones; como ciudadano su necesidad de saberse seguro y amparado al ser sujeto de derechos; como persona moral, su necesidad de ser respetado por estar dotado de autonomía y libertad.
Las ONG como entidades de fuerte talante ético y moral, no pueden postergar la atención a estas necesidades, así no sean ellas el objeto formal de su quehacer. Ninguna de ustedes puede pensar que cumple idóneamente con su trabajo, si no está comprometida con esta tarea fundamental de dar respuesta a necesidades insatisfechas del ser humano: el desinterés que se traduce en omisión, la comodidad que se traduce en descuido, son manifestaciones de un talante moral debilitado o inexistente, porque el centro de la vida moral es la persona que incluye en su comprensión todas las dimensiones del ser humano. De esta manera, afincados en el ser humano como centro y núcleo del quehacer de las ONG, podemos levantar la mirada y mirar el amplio horizonte de la sociedad local, nacional, internacional y mundial tratando de discernir en este contexto, cuál es el puesto del hombre –de este hombre particular- en el cosmos, como dijo M. Scheler.
Y es así como se descubre que los grandes sistemas éticos de hoy se debaten entre dos paradigmas centrales, el de la justicia, que entre nosotros tiene sentido como la aspiración a que los conflictos (políticos, económicos, sociales) puedan ser resueltos en equidad, sin que ninguna de la partes se sienta conculcada en su dignidad y derechos y el paradigma de la solidaridad, que entre nosotros asume la forma de una disponibilidad a asumir tareas comunes en beneficio no propio sino de los demás , según A. Heller. Por otro lado, otros autores, como Tugendhat, llaman la atención sobre la proyección planetaria de graves asuntos morales en los que, sin embargo, nosotros tenemos que leernos también: la creciente pobreza y la creciente brecha entre carencia y opulencia; el aumento de la violencia, los conflictos y las guerras especialmente aquellas por causas culturales (raciales, étnicas, religiosas) y el peligro nuclear que siempre acecha; la depredación del medio ambiente y los recursos naturales que por primera vez en la historia de la humanidad nos está emplazando con culpa, en nuestra responsabilidad no frente al presente, sino frente al futuro. Los grandes discursos universales de la ética y la política (los derechos humanos, las fallas de la democracia, el estado omnipotente o precario, las minorías), de la ética y la economía (la pobreza y la inequidad, la hegemonía de los mercados, el trabajo y el empleo, el ingreso digno, etcétera.) y la bioética (la dignidad de la vida humana, su manipulación, los altos costos de la medicina, los problemas alfa y omega sobre el comienzo y término de la vida), son asuntos que también nos conciernen a todos y a ustedes en su trabajo de manera particular pues también son fuente de dolor y sufrimiento para grandes sectores de la población, son inhibidores del desarrollo de los seres humanos en todas sus potencialidades y obstaculizan de manera severa la construcción de una sociedad pluralista, esto es incluyente y sostenible hacia el futuro, como es la aspiración de ustedes, según aparece consignado en sus estatutos.
Rendición de cuentas, ética, moral, economía, organizaciones sociales.
Rubén Fernández Andrade
Licenciado en Educación, Magister en Educación y Desarrollo Humano. Subdirector del Centro de Fe y culturas. Socio fundador de la Corporación Región.
El planteamiento central del texto será que, los temas del cuidado de las Organizaciones de la Sociedad Civil, OSC, pasan de manera perentoria por la prevención de las prácticas corruptas en sus miembros y en la organización como un todo. El hecho de la existencia de propósitos altruistas en este tipo de organizaciones no las exime de esta responsabilidad.
Región ha entendido esto desde el momento mismo de su creación y ha trabajado intensamente, tanto en la creación de herramientas y procesos internos, como en el sector de las OSC. Se explorarán las alusiones y producciones específicas que se han hecho desde 1989-1990, hasta hoy.
"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio."
Italo Calvino "Las ciudades invisibles"1
Las organizaciones de la sociedad civil (OSC), más allá de su misión, acciones y resultados, son portadoras de una propuesta ética para la sociedad. No se evalúan sólo por lo que hacen sino también, por “cómo” lo hacen. De ellas se espera un valor agregado consistente en el tratamiento cuidadoso de las personas, el fortalecimiento del tejido social, su contribución a construir bienes públicos y políticas públicas y además, en “ponerle amor” a la tarea. Cuidar ese activo es sumamente arduo en un ambiente donde la supervivencia está permanentemente en juego y la asfixia económica, a menudo es usada para someterlas. Sin embargo, el sector ha sobrevivido (con tristes excepciones) y la Corporación Región es testimonio de ello, por eso la lectura de sus 30 años de experiencia, reviste relevancia y pertinencia como fuente fecunda de aprendizajes para la sociedad colombiana.
En las lides interminables en las que se debaten los sujetos individuales y colectivos, hay dos maneras de desaparecer. La primera es la muerte física del sujeto o la organización; la segunda, es dejar de ser lo que se quería ser, enajenarse, bien sea por sucumbir a los cantos de sirena del entorno, o porque para garantizar la supervivencia, se pierde la identidad y otros determinan lo que se es y lo que se hace. Esto último ha pasado con muchas instituciones, cuya existencia jurídica y su misión, se reduce a operar proyectos que otros diseñan y financian; se han hecho “sensibles al mercado” extraviando su identidad. Una vacuna contra ese mal consiste en la reflexividad permanente, vivificando cotidianamente sus referentes éticos. ¡La reflexión ética permite mantener la identidad!
Beatriz Restrepo, quien fuera socia de Región, hizo una notable exposición en torno a esta idea, en la rendición colectiva de cuentas de la Federación Antioqueña de ONG (2008):
"Mi punto de partida es la convicción que he venido construyendo -a lo largo de varios años de cercanía y conocimiento de la Federación y sus ONG asociadas del talante ético-moral que las anima y, por tanto, de la presencia permanente de este sustrato que permea su modo de ser y de actuar. Nuevamente menciono que, si bien la conciencia del carácter moral existe, no es tan claro el carácter ético en ellas, en el sentido del esfuerzo permanente por hacer claridad, criticar y fundamentar aquel carácter moral y las prácticas en que se traduce. A fortalecer esta dimensión ética se dirigen actividades como ésta [Rendición social pública de cuentas de ONG]. El talante moral de las ONG se descubre en su voluntad indeclinable de actuar siempre por criterios morales, imperativo categórico –como lo llamó Kant— al entenderlo como norma absoluta".2
Se expone a continuación una parte del trayecto recorrido por Región, manteniendo la ética en el centro de la reflexión, las preocupaciones y discusiones, lo que ha significado convertirla en contenido de los procesos de formación interna, en pregunta constante para la acción pública, e incorporarla como campo de acción entre las OSC y la sociedad.
Tema siempre presente
La cuestión ética ha marcado la pauta al interior de Región y en su actividad pública de proyección, en coherencia con las tres ideas-valores que dieron origen a esta organización de la sociedad civil antioqueña: (Ver Villa, 2014)
1. El rechazo a la violencia
El compromiso en movimientos juveniles y barriales en los setenta y ochenta de quienes fundaron Región, les convenció de la necesidad de producir transformaciones estructurales en la sociedad, pero ya no por la vía de la revolución violenta, sino mediante el largo, pero más seguro proceso de reformas permanentes, con las herramientas de la acción política y social ciudadana. El uso de la violencia para conseguir propósitos sociales o políticos, condujo a ubicar en el campo de la arbitrariedad, el autoritarismo, el fetichismo de las armas y en la delincuencia, a quienes habían tomado esa senda.
2. La promoción de la democracia3
Distanciados de planteamientos en boga, como la vigencia de la dictadura del proletariado y la Doctrina de la Seguridad Nacional, que inspiró todas las dictaduras militares de la región, se tenía claro que la promoción de la democracia, en su sentido más hondo y amplio y el rechazo de todo autoritarismo era un propósito central: “Entendemos la democracia, en lo más íntimo, como una manera de relacionarse. En esa medida es una pregunta y una exigencia a todas las relaciones humanas (…) Entendida en un plano más amplio aún, se trata de un proyecto social, de un modelo a alcanzar, de una utopía…”. (Fernández, 1990) En ese período, dos libros fueron relevantes en nuestros debates: Los patios interiores de la Democracia (Lechner, 1988) y Todo lo sólido se desvanece en el aire (Berman, 1982)4 aportando una sensibilidad que produjo la profunda impronta de Región: el sujeto y la subjetividad y la estética.
3. Ser un actor social y político5
En una época en que el valor de las organizaciones y el sentido de su existencia era ser herramienta de los más pobres y estar “al servicio de los sectores populares”, el equipo fundador de Región se aparta de esa idea y reconoce que una organización de la sociedad civil, como la que requería la ciudad de los noventa, debía ser portadora de agenda y agencia propias y eso la convirtió en un actor social y político autónomo, con cercanía y solidaridad especial por quienes sufrían exclusiones y carencias, pero también, con capacidad para tomar distancia si fuera necesario.
Cada uno de estos tres valores, generó preguntas éticas que se abordaron de inmediato. Una acción siempre aconsejable, es reconocer la existencia del problema como paso ineludible para enfrentarlo; el caso de la ética como pauta de acción y las decisiones en la vida de las personas y las instituciones, no es la excepción. A comienzos de los noventa, el entrañable y recordado Pbro. Carlos Alberto Calderón nos lo preguntaba de esta manera:
(…) "¿por qué hay personas o grupos sociales que se enriquecen ilícitamente? ¿por qué se agrede y se quita la vida con tanta tranquilidad y frescura? ¿por qué el secuestro, el robo, la consecución del dinero fácil? ¿por qué todo esto si existen unos principios morales y éticos que lo tendrían que impedir? ¿qué nos ha pasado? (…) nosotros preferiríamos hablar (…) de incapacidad de las instituciones de activar y hacer significativo el patrimonio ético acumulado en nuestra sociedad y en nuestra cultura; es este colapso moral lo que exige una nueva incursión en el mundo de la ética; solamente en esta perspectiva entenderíamos el camino de búsqueda de una ética civil o ciudadana". (Calderón, 1991, p. 10)
A partir de estas nociones Región se embarcó, tanto en calidad de protagonista como de promotora, en acciones de: control ciudadano del poder público (veedurías), elaboración de estudios y construcción de propuestas para una ciudad más incluyente, transparencia y rendición de cuentas (propias, del sector de las OSC y de otros actores), en visibilizar situaciones de exclusión o carencia que atenten contra la dignidad de grupos de personas, búsqueda de soluciones políticas al conflicto armado y construcción de la paz.
Hoy 3 décadas después, Región promueve y se involucra en acciones de construcción-reconstrucción de la memoria, acompañamiento a grupos de víctimas, defensa de los derechos humanos, cualificación del derecho a la educación, promoción de la reconciliación y, veeduría y control a la gestión pública; todo en línea de continuidad con la inspiración ético-moral surgida de los valores fundacionales.
Construir ética ciudadana
En los noventa, el énfasis se puso en la necesidad de construir referentes éticos comunes, pues compartíamos la idea de que la moral católica por múltiples razones, pero especialmente por el proceso secularizador de la sociedad moderna, había perdido su capacidad de servir de orientadora para la sociedad. Decía al respecto María Teresa Uribe, también socia de la Corporación (2001):
"El viejo ethos sociocultural per¬dió la capacidad de instituir de senti¬do la sociedad y el nuevo no existe aún. De allí que la sensación que expe¬rimentamos en Colombia no es preci¬samente la de un mundo desencanta¬do (Weber), ni la del crepúsculo de los dioses (Nietzche), sino la de un mun¬do sin sentido, de un vacío... (…) Desde esta perspectiva, la moral católica es necesaria pero insuficiente para crear esos referentes colectivos de identidad y se quedaría corta en el propósito de fundar un orden democrático, pluralista y tolerante hacia el futuro". (p. 177)
A diferencia de lo ocurrido en otras sociedades aquí no emergió una ética civil que llenara ese vacío. La dirigencia no consiguió suplir la necesidad de referentes con una propuesta secular, plausible desde distintas ópticas, para presentarla como alternativa, independiente de las creencias personales o convicciones de cada sujeto. En esta ruta, especial énfasis tuvo el esfuerzo de construir una noción de “lo público” que se viera reflejada en las prioridades del Estado y de las organizaciones y en eje de las preocupaciones políticas. Otra vez María Teresa Uribe fue nuestra compañera y guía en esa labor:
"Hoy se replantea de nuevo este problema de construir lo público y la tesis que yo quiero defender aquí es que mientras no exista lo público como realidad, no existirá ni será posible la construcción de ninguna ética civil". (Uribe, 1991).
Se habló en ese momento de una “ética de mínimos” que constituyera la base moral de la implementación de la Constitución Política de 1991 y que tuviera a los derechos humanos, como fundamento para rehacer el acuerdo social para la convivencia. (Gil, 1999)
La Democracia, inclusión de los sujetos, específicamente de las mujeres
A mediados de los noventa la pregunta por el sujeto atraviesa a Región. En la presentación del texto Develando Mitos (Serie Palabras Más, No. 9, 2004), se hace explícita la razón de esta inquietud:
"La constitución de ciudadanas y ciudadanos responsables consigo mismos y con su entorno social y natural es un proceso formativo que, si no toca a fondo la subjetividad de las personas, puede considerarse un trabajo hecho a medias. No basta que los sujetos conozcan sus derechos y deberes, que estudien la Constitución Nacional, que aprendan a utilizar la Acción de Tutela para protegerse, que sepan quién y dónde puede apoyarlos cuando así lo requieren. Ni siquiera es suficiente que entiendan la enorme importancia de votar y ejercer las libertades de organizarse y opinar. Podemos contar con personas más informadas sin que por ello hayamos tocado el fondo de la actitud de esos sujetos con los asuntos de interés común. Hay que ir más allá y construir en cada persona una clara noción de corresponsabilidad con el medio. Por esta razón, la relación subjetividad-ciudadanía es una preocupación pedagógica relevante para quienes trabajamos en la formación ciudadana".
No bastan pues ni la información ni la educación alrededor de cuestiones como la dignidad o los valores. Es preciso tocar al sujeto si se quieren producir procesos transformadores. Un seminario interno sobre subjetividad y subjetividades arrojó muchas luces para la acción comunicativa, formadora y de deliberación pública que promovía Región. En ese espacio se nos platearon agudas preguntas y debates, como el desencanto del sujeto con la modernidad, la democracia y con discursos formales como los derechos humanos.
Finalizando la década y como cúspide de este proceso de reflexión, un curso sobre “feminismo”6 produjo una marca indeleble en el alma institucional. El texto base para el seminario, “La importancia del amor” (Jónasdottír, 2003) es otro de los libros referentes que han ayudado a fraguar el perfil ético y de valores de Región.
Rocío Jiménez, socia de la Corporación y en varios períodos integrante de la Junta Directiva, lo expuso así, en un texto sobre el tema:
"El cuestionamiento a las definiciones sociales de las personas a partir de sus cuerpos da nuevos significados éticos a las maneras no ortodoxas de usar el cuerpo y obliga a establecer reglas de convivencia diferentes para construir una sociedad en la que la diferencia no se traduzca en desigualdad y en la que allí donde exista contradicción podamos, en vez de igualar, diferenciar. (…) La tarea es pues sacar al dios, al padre, al hombre, al estereotipo masculino, al guerrero internalizado, enquistado en nuestros globos oculares, de nuestros ojos, mentes, actitudes y hábitos cotidianos, y convertirnos en cuestionadores lúdicos, herejes, blasfemos, brujas y brujos para modelar la cultura, establecer otros valores, equilibrarnos y armonizarnos como seres íntegros; sólo así podremos tener un accionar político coherente". (Jimenez, 2004)
Ética del Cuidado
En los últimos lustros apareció un referente muy fecundo para orientar la reflexión y la acción: la ética del cuidado, en especial en la versión construida por Leonardo Boff (2002), pero a la que han tributado muchos otros pensadores de todo el mundo. La novedad de esta perspectiva es que rompe con la idea del martirio o la inmolación (pregonadas por algunas corrientes eclesiales y revolucionarias) como culmen del compromiso con los demás y, por el contrario, plantea que cuidar de sí, es un deber que está a la misma altura del cuidado de los otros y de lo otro.
En Región este marco ético, nos permitió comprender que el cuidado de lo público (instituciones, capital social, capital relacional) es también un campo de acción y un compromiso ético de la organización, lo cual contribuyó a incrementar el compromiso con empleados, pares y destinatarios de la labor y, fortalecer los planteamiento contra la corrupción y la promoción del valor de la transparencia y de prácticas como la rendición voluntaria y pública de cuentas. De vuelta a la utopía, recuerdo una magnífica declaración de Bauman (2003) en sintonía con la ética del cuidado:
"Si ha de existir una comunidad en un mundo de individuos, sólo puede ser (y tiene que ser) una comunidad entre¬tejida a partir del compartir y del cuidado mutuo; una comuni-dad que atienda a y se responsabilice de la igualdad del derecho a ser humanos y de la igualdad de posibilidades para ejercer ese derecho". (p. 175)
El Trabajo Sectorial
Trabajar con otros ha sido un puntal del modelo de acción de la Corporación. Se hizo común una frase orientadora de muchas decisiones: “si hacemos algo en alianza con otros, será mejor”. (Ver: Fernández, 2007) El aporte a la dimensión ética en esas alianzas, hace parte de un esfuerzo permanente.
Viva la Ciudadanía es el vínculo estratégico más estable y de mayor profundidad en el que hemos participado. Después de la campaña, realizada para convocar la Asamblea Nacional Constituyente, “SOS Colombia”, 10 ONG de varias regiones del país, lanzaron Viva la Ciudadanía como "un gran proceso de deliberación y movilización social en procura de la paz y la cultura democrática”. (Ver Boletín Desde la Región No. 4, febrero de 1991) Viva asume la promoción de la democracia en toda su radicalidad, especialmente entre la sociedad política. Con Viva apareció en el país para el conjunto de las ONG, una manera de incidir en la agenda pública nacional con protagonismo y propuesta y una forma concreta de construir bienes públicos, en especial, políticas públicas al servicio de toda la sociedad. Una de las muchas virtudes de esta alianza fue su contribución a “desmarginalizar” el sector y ubicarlo como referente ante otros poderes públicos y privados.
Otro campo de acción sectorial es la defensa misma de sus organizaciones. Cada cierto tiempo las OSC se ven vilipendiadas por algún actor público o privado, arguyendo que son instrumentos de políticos deshonestos o eslabones de cadenas de ilegalidad y corrupción. Casi siempre lo hacen amparados en ejemplos de entidades que efectivamente son lo uno o lo otro. Ante los ataques públicos irresponsables y generalizantes, la mejor defensa ha sido la congruencia en la práctica de la transparencia; en este sentido, Región participó activamente en la promoción de la rendición colectiva de cuentas de las ONG, impulsada por la Federación Antioqueña de ONG, Fedong y, la Confederación Colombiana de ONG, CCONG, además, se vinculó con entusiasmo a la construcción de la red nacional denominada ONG por la Transparencia, ONGxT cuyos valores y convicciones fueron acordados por la CCONG y ONGxT, en la declaración de lanzamiento, en la que Región aportó su conocimiento y experiencia (2009):
"Impulsamos esta iniciativa porque: Somos conscientes de que el deber ser de la transparencia pasa por nosotros mismos (…) Sabemos que la buena fe de nuestros propósitos no nos exime de equivocaciones (…) Creemos que los destinatarios del trabajo de las ONG tienen derecho a un trabajo confiable y de calidad, ética y técnicamente bien fundamentado (…) Consideramos que quienes aportan recursos para la realización de las actividades tienen derecho a información confiable y calificada sobre la manera como se invierten sus recursos. Ello implica dotarse de sistemas confiables de producción de información programática, financiera y contable; estas herramientas, que son un requisito para la buena gestión cotidiana son, al mismo tiempo, una oportunidad para que nuestros aportantes, el público y el Estado, mejoren su confiabilidad en nuestra probidad, al tener la oportunidad de conocer con mayor amplitud dicha información".
Durante casi toda su existencia, Región ha trabajado con la convicción de que impulsar el fortalecimiento del sector de las OSC y sus gremios, es un deber de cada organización y que alcanzar los más altos estándares de transparencia y rendir cuentas de lo que se es y lo que se hace, es una vía certera de consolidación.
Esta trayectoria regional y nacional, tuvo su expresión internacional en la experiencia del Open Forum. Previa a la cumbre de Naciones Unidas de 2015, en el marco de la evaluación de la eficacia de la Ayuda oficial al desarrollo, en la que se indagaba por qué la Cooperación Internacional había contribuido tanto a lograr los objetivos de Desarrollo del Milenio, se fraguó una red Global llamada el Foro Abierto desde donde las propias OSC, se preguntaron ¿qué tan efectivas son las organizaciones y redes de la sociedad civil como actoras de desarrollo?
Después de una ronda global de discusiones con más de setenta consultas nacionales, catorce de ellas en América Latina y El Caribe (en Colombia se hicieron ocho consultas regionales), y de un intenso y arduo debate, se produjo un documento síntesis: “Los Principios de Estambul”.7 En general los principios allí acordados son una declaración ética sobre el ser y el quehacer de las OSC. Se destaca el Principio sobre Transparencia y Rendición de cuentas que tuvo toda la influencia y la fuerza que impulsamos desde la Red de ONG por la Transparencia y la CCONG que, a pesar de una férrea oposición inicial de organizaciones de otras regiones del mundo, argumentando que el deber de transparencia correspondía al Estado y al sector privado pero no a las OSC, y gracias a las propuestas construidas y el ejemplo práctico de las OSC de América Latina8 se consiguió que quedara finalmente como principio de trabajo.
"Quinto principio: Las OSC son efectivas como actoras del desarrollo cuando… demuestran un compromiso institucional sostenido con la transparencia, la rendición de cuentas a múltiples actores, y la integridad en su funcionamiento interno". En: https://ccong.org.co/files/54_at_Principios-de-OSC-Estambul.pdf
Los Avances de la Sociedad
Este trabajo, a veces ingrato, no ha sido en vano. En el plano nacional, la aprobación de la Ley de Transparencia y la Consulta anti-corrupción, un (hecho político sin precedentes), producen optimismo y aunque con pasos adelante y atrás, y muy lentamente, se evoluciona hacia una sociedad más transparente e íntegra en su actuar público y privado, que cuida sus bienes públicos y los pone al servicio del bienestar y mejor calidad de vida para las personas.
La aprobación de la Ley de transparencia y del derecho de acceso a la información pública nacional (1712, 2015)9 contó con una activa participación de OSC nacionales. Factores como el empeño del Gobierno de turno por integrarse a la OECD, sirvieron como mecanismo de presión y palanca de una propuesta que, desde la sociedad civil, se venía moviendo hacía varios años. Esta es una buena Ley y permite a los gobiernos dirigidos por personas con voluntad política, orientarse de manera adecuada. Es claro que mayor transparencia no evita el acto corrupto, pero sin duda lo previene y dificulta su ocurrencia. Región entre otras cosas, ha hecho una amplia labor acompañando gobiernos locales y regionales, y capacitando equipos de trabajo para la implementación cabal de esta herramienta normativa.
Un hecho de obligatoria mención, son los 11,6 millones de votantes, en agosto de 2018 en la Consulta anticorrupción. Sin duda pesó mucho en este pronunciamiento ciudadano, el cansancio y el hastío frente al comportamiento delincuencial generalizado, de robarse los bienes públicos que van a parar a redes de maleantes, en lugar de invertirse en garantizar derechos y libertades de la ciudadanía. Aunque hay una oposición –a veces velada a veces clara– de las principales fuerzas políticas del país, lo cierto es que la combinación de iniciativa política y movilización ciudadana, es esperanzadora y avanza hacia un acuerdo institucional y social que ve en la corrupción un mal indeseable a repudiar y combatir.
Los Desafíos de hoy
Los tiempos que corren son difíciles. En estas primeras décadas del siglo XXI, hay dos tendencias contrapuestas, que se expresan con miles de manifestaciones por todo el mundo. Simplificando con propósitos pedagógicos, pueden describirse así: Una, que gobierna buena parte de la humanidad, exacerba el interés individual hasta volverlo fatal para la sociedad y la naturaleza (como lo demuestra el crecimiento delirante de la desigualdad), erige la rentabilidad financiera como valor supremo, hace del cinismo y la mentira estrategias para el logro de resultados electorales y pregona el odio y la exclusión de millones de seres humanos como bandera política. Para quienes ven la dimensión ético-moral como eje de su existencia, este escenario es todo un desierto hostil. Al mismo tiempo, hay una sólida contra-tendencia, agenciada por individuos, comunidades, movimientos sociales, espirituales, culturales, incluso países, basada en la solidaridad, el trabajo cooperativo, el respeto profundo por el planeta y la producción de valor y riqueza distribuida equitativamente. En palabras de Scharmer y Kaufer, vivimos una "transformación de los egosistemas a los ecosistemas".10 En esta perspectiva las éticas que se fundamentan en el cuidado y la compasión, están en la médula de la transformación.
Estas tendencias se instalan también en el corazón de la sociedad, y pueden encontrarse organizaciones sociales, imbuidas a fondo en ambos paradigmas, como quiera que las OSC no estén exentas de ello.
Ubicar la ética y la estatura moral de las personas y de las organizaciones en el centro de la preocupación y el cuidado, resulta épico en un tiempo en el cual, no entrar en los circuitos de la corrupción puede ser suicida. Pero hacerlo, volverse uno más en larga cadena de inmorales que se aprovechan de los bienes públicos para enriquecerse y, por ahí derecho infligir graves daños a la sociedad, es claramente desaparecer como sujeto social.
Mantener el talante moral de una organización como referente social sin sucumbir ante la presión cotidiana de la mercantilización o la corrupción, requiere principios sólidos, trabajo arduo y permanente y mecanismos de auto-cuidado, de revisión interna, externa y transparencia. Desde la experiencia de Región la clave ha sido mantener el tema en debate, volverlo cotidiano, motivo de conversaciones formales e informales constantes.
En general, el sector de las organizaciones sociales en este país, especialmente las ONG, se mantiene fiel a un comportamiento probo y digno. Con Italo Calvino puede decirse que han logrado “identificar quien y que, en medio del infierno, no es infierno” … y se ha puesto de su lado.
Pero con relación a la libertad y la autonomía, la humanidad atraviesa en la actualidad un campo hostil. Paolo Flores D’Arcais (1991) pensador italiano nos recuerda el tremendo reto ético-moral que representa mantenerse fiel al ideal democrático: "La democracia —sería bueno no olvidarlo— es un sistema frágil, una excepción en la aventura humana. (…) es gobierno paradójico y lógicamente inerme, porque para no renunciar a sí mismo debe garantizar espacio a sus enemigos, tolerancia a los enemigos de la tolerancia". (p. 84)
En el marco de la celebración de los 25 años de vida de Región, Marta Villa, su directora, ratificó la tesis esencial de este texto: la centralidad del discurso ético en Región la institución. Retomo sus palabras por vigentes hoy, cinco años después, como sentido de la existencia personal y colectiva:
"En este contexto, con muchos claroscuros, creemos que, organizaciones como nosotros y como tantas otras que hay en la ciudad y en el país tenemos aún cosas por hacer y decir. No se puede avanzar en la profundización de la democracia sin que este lugar de la sociedad, el de las organizaciones que sin ser gobierno o un partido político, reivindicamos la vocación y el sentido político de nuestro quehacer. Pero hoy, 25 años después, este sentido alude no sólo a las relaciones de poder o la distribución del poder en la sociedad, interpela los pilares éticos y culturales con los que hemos asociado el bienestar, el desarrollo, la felicidad. Necesitamos construir una nueva forma de ser, de hacer y de pensar". (Villa, 2014)
Gracias a Región en sus 30 años, por mantenerse, junto a muchas otras organizaciones de la sociedad civil de este país, en la lista de quienes anteponen la decencia a la opulencia, la incertidumbre al confort, y entre quienes reconocen el no-infierno en la sociedad y se suman a él, con la meta de construir “vida buena” para cada persona y para cada ser vivo en el planeta.
Referencias bibliográficas
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Bernal, Jorge. (2007). Por una democracia sustantiva y un socialismo democrático. En: Desde la Región. Medellín. No. 49. Págs. 5 a 30
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Gil, Max (1999). Una agenda para el siglo XXI. Los derechos humanos en Colombia. En: Desde la Región. Medellín. No. Edición especial 10 años. Págs. 114 a 129.
Jimenez, Rocío. (2004). Feminismo y género. Develando mitos. En: Develando mitos. Serie Palabras Más. No. 9. Medellín. Corporación Región. Págs. 5 a 38.
Jónasdottir, Anna G. (1993). El poder del amor. ¿Le importa el sexo a la democracia? Madrid. Instituto de la mujer. 359 p.
Lechner, Norbert. (1988). Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política. Santiago de Chile: Ed. Flacso. 189 p
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Scharmer, O. y Kaufer, K. (2013). Liderar desde el futuro emergente. De los egosistemas a los ecosistemas económicos. Barcelona. Ed. Eleftheria. 343 p.
Sierra Juan. (2007). La Corporación Región un actor social y político reflexivo en una sociedad compleja. Reflexiones sobre su estrategia de acción. En: Desde la Región. Medellín. No. 49. Págs. 5 a 30
Uribe de Hincapie, María Teresa. (1991). Notas coloquiales sobre la ética y la política. En: Ética para tiempos mejores. Medellín. Corporación Región.
__________________________________. (2001). Nación, ciudadano y soberano. Medellín: Corporación Región. 303 p.
Villa Marta (2014). 25 años: una oportunidad para refrendar el sentido de nuestra existencia. En este enlace.
Responsabilidad, propósitos, democracia, ética, organizaciones sociales.
1 Epígrafe del libro Ética para tiempos mejores, publicado por Corporación Región en 1991 con las memorias del seminario sobre Ética ciudadana, realizado un año después de su fundación, testimonio de la reflexión ético-moral de la acción–como una preocupación perenne.
2 En un seminario interno sobre ética en el Centro de Fe y Culturas en el 2017, Beatriz Restrepo aclaró estos conceptos: La moral es enjuiciadora (por tanto, sancionadora) se refiere a comportamientos (acciones, no pensamientos) de la persona, cambia y se transforma, sus deberes son siempre categóricos. La ética es la expresión de la capacidad de la razón humana para preguntarse por los asuntos morales, conceptualizar sus términos, criticar su normatividad y prácticas y fundamentar nuevas formas de moralidad. Puede decirse que la moral es el objeto de la ética. “La ética convierte en conceptos nuestras intuiciones morales” (Habermas). Es por ello que hoy se habla de la formación en la dimensión ético-moral que incorpora por igual estos dos elementos.
3 Para una mirada a fondo sobre el pensamiento de Región en este campo ver Desde la Región No. 43. Democracia. Noviembre de 2004 y Bernal, 2007.
4 Ver resumen del planteamiento en Berman, 1991.
5 A este propósito ver una explicación extensa del concepto en: Sierra, 2007, Fernández, 1999 y Fernández, 2004.
6 Este curso, inicialmente pensado para capacitar al equipo de trabajo sobre “perspectiva de género”, fue dictado por Olga Amparo Sánchez de la Casa de la Mujer, quien fue clara en ubicar su perspectiva en el feminismo y no en la “equidad de género”.
7 Ver enlace.
8 Aquí la alianza con otras organizaciones y redes de la región fue muy importante. Alop y Rendir Cuentas.
9 Esta Ley estuvo precedida del Estatuto Anticorrupción (Ley 1474 de 2011) y de la Política Pública Integral Anticorrupción (PPIA), contenida en el CONPES Nro. 167, 2013
10 Un análisis a fondo de esta realidad puede encontrarse en Scharmer y Kaufer, 2013. Recomiendo especialmente la introducción de ese libro.
Estamos asistiendo, impávidos, al final anunciado de una película de terror: ¡el Acuerdo de Paz hecho trizas!
Hoy como nunca toma vigencia la premisa según la cual, el sentido profundo de la democracia está en que interpela no solo al régimen político sino a las formas de ser y actuar en la vida privada y pública pues además de exigir garantías en las reglas de juego, cada votante en el convencimiento de su justeza, debe disponerse a acatarlas y defenderlas con sus propias actitudes.