Opinión

Jueves, 15 Junio 2017 16:01

Opinión. "Los desafíos de Medellín: no hemos llegado, apenas estamos empezando"

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Opinión. "Los desafíos de Medellín: no hemos llegado, apenas estamos empezando" Foto: Marcel Nanni Fracassi

Todos los grandes logros de Medellín, hoy de fama mundial (inesperadamente), han generado una extraña sensación de que ya llegamos, de que ya estamos “al otro lado”, de que ya salimos de esa profundidad inmensa de nuestros grandes males: violencias, inequidad, falta de oportunidades. Y no es así: apenas estamos en el momento en que debemos emprender las soluciones estructurales para enfrentarnos a esos tres grandes desafíos.

Por: Jorge Melguizo Posada
Columnista invitado
Consejería Ciudadana de Medellín

Todos los grandes logros de Medellín, hoy de fama mundial (inesperadamente), han generado una extraña sensación de que ya llegamos, de que ya estamos “al otro lado”, de que ya salimos de esa profundidad inmensa de nuestros grandes males: violencias, inequidad, falta de oportunidades. Y no es así: apenas estamos en el momento en que debemos emprender las soluciones estructurales para enfrentarnos a esos tres grandes desafíos.

Nuestras cifras de homicidios son hoy un 95% menores que hace 25 años pero aún son el triple de la media mundial. Somos la séptima ciudad en el índice de equidad en Colombia , que es a la vez el segundo país con mayor inequidad en Latinoamérica y el séptimo más desigual en el mundo. Somos una ciudad donde aún un alto porcentaje de la población no tiene acceso a una educación de calidad ni a otros derechos sociales y, menos, a las oportunidades necesarias para conseguir un trabajo digno y decente.

Las cifras de homicidios en Medellín son las mejores (perdonen la ironía) de los últimos 40 años: esto, que es por supuesto motivo de alegría y refleja muy bien una buena parte de los logros de políticas de continuidad en los últimos 27 años, no debe ser aún motivo de orgullo, por dos razones: primera, porque 19 muertes violentas por cada 100 mil habitantes es un logro tremendo después de haber estado en 382 muertes violentas por cada 100 mil habitantes pero hoy esa tasa es aún 3 veces más alta que la tasa mundial, que es de 6 por cada 100 mil. Es decir, aún nos matamos 3 veces más que en el promedio del mundo. Pero una segunda razón es aún más dura: si hoy estamos en el mejor punto de los últimos 40 años (1977), esto quiere decir que hace 40 años estábamos muy mal y no nos dimos cuenta, no reaccionamos a tiempo. No podemos enorgullecernos, entonces, de una cifra que aún señala a Medellín como una ciudad con una muy alta cifra de muerte por violencias. Nos falta aún muchísimo para estar orgullosos de lo logrado: para estarlo, tendríamos que bajar esa cifra a menos de 10 muertes por cada 100 mil habitantes y no parece fácil hoy lograr ese desafío, aunque ya una ciudad como Bogotá lo consiguió: es necesario identificar las verdaderas causas que han convertido la tasa de 20 homicidios por cien mil habitantes en una suerte de “piso de cristal”. Y detrás de ese desafío está la gran pregunta de nuestra sociedad: ¿por qué nos seguimos matando? ¿por qué la vida tiene tan poco valor en Medellín y en Colombia?

Nuestras cifras de equidad social son muy duras, aunque hemos venido disminuyendo la inequidad y la pobreza . La pobreza y la inequidad evidencian el resultado de años y años de exclusión social, de no generación de reales oportunidades para la mayoría de la población, de ausencia del Estado (o peor, de una presencia que durante años fue casi exclusivamente de la fuerza pública) en los barrios que fueron creándose informalmente en este territorio.

La enorme inequidad hace de Medellín una ciudad aún con tres tipos de sociedad:

  • Los que tienen mucho, de sobra, que son muy pocos: 4 % de la población es estrato 6 .
  • Los que han ido logrando ser una clase media siempre en duda, pero que viven dignamente: 8%, de estrato 5, y 11% de estrato 4
  • Y una franja muchísimo mayor que esas, que logra sobrevivir con alguna dignidad dada la calidad de mucha de la oferta pública pero cuyos ingresos no les permiten ninguna certidumbre presente ni futura: 77% de la población es de estratos 1 (12%), 2 (35%) y 3 (30%). Y hablo de la calidad de la oferta pública porque hay algo que no mide el índice Gini, que es el indicador que mide la equidad: la calidad de la oferta pública, o la calidad de lo público, sin más. En Medellín, una persona pobre es menos pobre que en otra parte del departamento de Antioquia y que en otras ciudades del país o, incluso, que en una buena parte de ciudades de Latinoamérica: uno de los hechos diferenciadores de Medellín, de esos que hoy se celebran internacionalmente, es que lo público se ha convertido en un factor claro de generación de equidad: la calidad de los servicios públicos para toda o casi toda la población (agua, alcantarillado, energía, gas, telefonía, recolección de basuras), la calidad de las vías en todos o casi todos los barrios, la calidad del transporte público (que es mejor en los barrios de mayor pobreza que en los barrios donde vive la gente con más ingresos económicos), la calidad de la salud (que hasta genera el contrasentido de que muchas personas prefieran mantenerse en el SISBEN, sistema público, que pasarse a una EPS, sistema privado (empresa prestadora de servicio de salud, exigencia cuando media un contrato laboral de cualquier orden). El acceso a mejores infraestructuras de educación pública (jardines del programa Buen Comienzo, instituciones educativas oficiales, centros de educación superior de propiedad municipal), aunque falte aún mucho para que la educación pública (especialmente en primaria y secundaria) sea de igual o mejor calidad que la educación privada. El acceso también a recreación, deporte y cultura de calidad, que se ha venido convirtiendo en un derecho real en los últimos años por la decisión de la Alcaldía de Medellín de construir una red de equipamientos de alta calidad en los barrios de menor índice de desarrollo humano, que son también los barrios donde mayor densidad de población hay y donde se han presentado históricamente las mayores cifras de violencias. En 2017 hay preocupación por el mantenimiento físico de algunos de esos espacios y, también, por la calidad e intensidad de los contenidos y de la programación, necesarios para que el derecho al acceso se convierta en oportunidad real.

La reciente transformación de Medellín, urbana y social, es el resultado de un gran esfuerzo colectivo de los últimos 27 años. Los proyectos, procesos y resultados de Medellín no son un milagro (así los llamó Francis Fukuyama en el New York Times) ni son obra de uno o dos períodos de gobierno, y menos de un único gobernante. Son la suma del trabajo constante y permanente y juicioso y sostenido de muchas organizaciones comunitarias, de organizaciones no gubernamentales, de empresas privadas, de universidades, de iglesias y de gobiernos de los tres niveles, pero es especialmente el resultado de algo que ha sido singular en esta ciudad y que es uno de los grandes logros: la decisión de que todas esas entidades trabajen de manera articulada, entendiéndose a pesar de las diferencias o, precisamente, entendiéndose a partir de sus diferencias.

El desafío principal de Medellín es ser capaz de conservar ese espíritu de trabajo colectivo, de la concertación en la diferencia, de pensar la ciudad y la sociedad como un caleidoscopio, preguntándose también por qué todo este proceso no logra aún la transformación estructural de condiciones de vida de la mayoría de la población y por qué seguimos teniendo unas estructuras criminales tan fuertes en la ciudad. Para pensarnos y construirnos como una mejor sociedad son necesarias las múltiples miradas, los diferentes puntos de vista, las lógicas diversas.

No mantendremos lo que hasta ahora hemos logrado ni lograremos avanzar hacia mejores rumbos con una sola forma de leer, entender y transformar nuestras aún duras realidades: la experiencia de principios de los años 90, con la Consejería Presidencial para Medellín y el Área Metropolitana, fue evidencia de que es posible generar profundos cambios en lo que somos si asumimos también profundos cambios en la manera como trabajamos, construyendo colectivamente y asumiendo, desde todos los sectores, que los otros, así piensen y actúen diferente, no son enemigos ni contrarios: son eso, diferentes, y por lo tanto necesarios en la construcción social.

Apenas estamos empezando a construirnos como sociedad: esta ciudad ha multiplicado por 3.5 veces su población en los últimos 50 años, como resultado de los dos grandes desplazamientos: el económico, en búsqueda de mejores oportunidades en la que fuera la gran ciudad industrial del país; y el desplazamiento forzado, producto de todas nuestras guerras. Ambos desplazamientos llevaron al poblamiento de esta ciudad en muy poco tiempo y con personas de muchos lugares de Colombia. La ciudad se ha construido formal e informalmente, con la consecuencia de haber generado una sociedad de guetos económicos y territoriales, de guetos sociales, educativos y culturales, con enormes retos en vivienda, en infraestructura y en accesibilidad.

Pero hoy somos más ciudad que sociedad: solo hace pocos años nos hemos empezado a construir como sociedad, con proyectos de cohesión social y territorial, con proyectos de inclusión, con proyectos culturales que nos permitan conocernos, entendernos, reconocernos, valorarnos y convivir.

Ese es el gran desafío que tenemos como sociedad: ser capaces de entender el momento de hoy de Medellín, nuestra relación con los demás municipios del Valle de Aburrá, nuestra relación con los otros dos valles, el caliente (de San Jerónimo hacia el occidente) y el frío (de Ríonegro hacia el oriente). Y nuestra relación con el resto de Antioquia y con los departamentos vecinos, por supuesto.

Necesitamos gobernantes que entiendan ese desafío, que asuman su responsabilidad histórica. Y necesitamos, de nuevo, una sociedad activa, ahora más que nunca, que entienda que el desafío colectivo es consolidar los tremendos logros que hemos tenido en pocos años. Una sociedad que entienda que debemos avanzar hacia una sociedad más incluyente, más equitativa, con mayores oportunidades, con mayor convivencia. Debemos asumir estos desafíos de manera conjunta, toda la sociedad, con la certeza de que no hemos llegado, de que aún nos falta mucho, de que apenas estamos empezando.


Notas

1. En marzo de 2017, la Alcaldía de Medellín indicó que teníamos una tasa de 19 muertes violentas por cada 100 mil habitantes: http://caracol.com.co/emisora/2017/03/27/medellin/1490645293_146967.html

2. Ver datos del Departamento Nacional de Estadística, DANE, 2015, en: https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones.../anex_pobreza_2015.xls

3. Ver informe 2016 de inequidad en el mundo, según datos del Banco Mundial, en http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/03/160308_america_latina_economia_desigualdad_ab

4. En el periodo 2012-2015, Medellín y su área metropolitana (Medellín A.M.) mostró una reducción del 2,2% en el índice de GINI, pasando del 0,5 a 0,489, esto implica una menor concentración del ingreso de los habitantes de Medellín A.M al finalizar el periodo en cuestión. En el caso del Índice Multidimensional de Condiciones de Vida -IMCV, mostró una reducción en las brechas entre comunas, entre 2012 y 2014, último año disponible, de 2,5%. La reducción de la brecha en el IMCV estuvo jalonada en mayor medida por los avances en reducción de desigualdades en escolaridad e ingresos. Medellín, cómo vamos, Informe del 13 de febrero de 2017. http://www.medellincomovamos.org/pobreza-y-desigualdad/

5. Ver datos sobre estratificación socioeconómica de Medellín en Informe Medellín Cómo Vamos en: http://www.medellincomovamos.org/vivienda-y-servicios-p-blicos-0/