En un país altamente inequitativo como el nuestro, la corrupción profundiza las desigualdades y las brechas sociales, por lo tanto, ningún proyecto político que busque mayor justicia e igualdad de derechos puede cumplir su propósito sin combatir a fondo las causas estructurales que la generan y los factores asociados que la reproducen.
El arte de la política debería anteponerse a los enfrentamientos de gallera que llevan a deslegitimar al opositor, promover vacas y volver el país un ring al servicio de aspiraciones personales y estrategias electorales.